Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLTJCióN DE HUANUCO DE 1812 LI surgencia con marcados fines pragmáticos. Se sostiene así, por el lado indianista, que venfa contra los europeos y a desquiciar el buen orden entre éstos y los criollos para "dar fin después aún a la clase mixta". Entre los principales mandones de la insurrección, además de los procesados en Huánuco, surg.e la vigorosa figura de Norberto Aro o Tupaamaro, el bárbaro capitán de los Huamalíes, siempre pelean– do a sable y adalid de la indiada, altivo y ensoberbecido, que nega– ba la autoridad del Rey y se lanzaba siempr.e a lo más reñido de las batallas. Su confesión y los testimonios en torno a su actuación, ofrecen características muy especiales. A pesar de ser huanuqueño y ladino, su confesión se actuó por medio de un intérprete. Decla– ra que había_llegado a la Provincia hacía dos años, como arrendata– rio de una tierra de Andrés Meléndez, cabe el pueblo de Cani. En abierto desafío, confiesa que los indios lo propusieron como J.efe y el aceptó sin vacilaciones. Menciona el itinerario de sus huestes, ya en plan bélico, señalando su paso, entre otros puntos, por Chupán, Obas y los Rltos de Pariarca. De sus propios labios emanan los rela– tos de episodios plagados del más cruento sabor barbárico, como la masacre de un indio ya maltrecho y al cual, para que no penara, lo hizo degollar, le machacaron los sesos y enarbolaron su cabeza en un palo, en medio d.e las danzas triunfales del propio Aro y sus se– cuaces. Los testigos confirman esta paladina confesión del caudi– llo. Varios de ellos declaran que procedió a segarle las or,ejas al decapitado, le vació los ojos, le cortó la lengua y la repartió a peda– citos y todos comieron sus trozos. Reo de consideración fue también el controvertido P. José Aya– la, inter de la doctrina de Chupán donde la insurrección adquirió vi– sos de la mayor violenc-ia. Su personalidad y su actuación se pre– senta en estos autos muy diversa de la que aparece en sus copiosas informaciones y alegatos, porque ya en la sumaria se acumulan con– tra él cargos de gravedad. Se le acusa de ser el consejero de los in– dios, a los cuales incitaba a los ataques y les ordenaba fabricar hon– das y armas. Afirma en su confesión que el Vicario Juan Reyruun– dez lo mandó, con el cuaresmero Nalvarte, a contener al pueblo de Sillapata, evitar que pasaran el puente y advertirles que en Pachas no existían chapetones, p.ero que los indios tenían órdenes contrarias de Crespo y Castillo. Imputa a Nalvarte el haber convencido a los indios para que obedecieran esas disposiciones, pero en los careos se confirma su inacción, contraria a las órdenes de su Vicario. Los testigos declaran, además, que ordenó a los indios de Chupán derrum– bar caminos y el puente de Pichichi, para que no pudieran transi– tar los soldados. La confesión de Domingo Berrospi, actuada en Huá-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx