Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCIÓN DE HUANUCO DE 1812 LIII índole colectiva, obedece el tipo de defensa común de los inculpados, por lo demás de interés histórico-jurídico. Los defensores alegan la organización dudosa del proceso, la incapacidad y debilidad de los indios y el empleo de penas corporales para apremiar las confesio– nes, no obstante estar prohibidas como medio probatorio. Se alude al carácter de la nación índica y se invoca las obras del P. Acosta y Montenegro, las Ordenanzas de Toledo, los Concilios limenses y tex– tos canónicos y de juristas, como Solórzano y Pereyra. El documento XV, perteneció a los fondos del Archivo de la Real Audiencia de Lima, consta de 75 fs. y versa sobre los autos cri– minales seguidos en el Cerro de Yauricocha contra D. Mariano Cár– denas, D. Manuel Rivera y el religioso ausente Fr. Mariano Aspia– zu. La sumaria se inició el 26 de Febrero de 1812, ante el Subdele– gado de Paseo, D. José María de Ulloa, en plena etapa de la eferves– cencia revolucionaria huanuqueña. Radica el interés de este expediente en el hecho de que los tres encausados eran originarios del convulsionado Virreinato de Santa Fe y sirve de índice para inducir las posibles conexiones de los in– surgentes con ese otro foco de rebeldía americano. El proceso gfra en torno de más décimas llamadas de la Concordia y se relaciona íntimamente con los autos de la insurrección de Huánuco. (Cf. Doc. XII). Del cotejo de las confesiones de los reos queda comprobado que constituían, junto con el fugitivo merce·dario Aspiazu, un peque– ño núcleo de difusión de ideas subversivas "contra el Estado y el Gobierno". D. Mariano Cárdenas, natural de Cuenca, al igual que sus pa– dres, D. Ignacio Cárdenas y Doña Victoria Valdivieso radicados en esa ciudad, ejercía el comercio y tenía tienda abierta en el Cerro. En lo atañedero a las décimas, calificadas de subversivas y denun– ciadas por un anónimo Padre Misionero, alega en su descargo que él y Rivera se limitaron a beber chicha en un festejo y a cantar, acom– pañados de guitarra, los versos del tenor siguiente: "El chapetón y el criollo / se unieron en amistad / con la misma intimidad / que un gavilán con un pollo". Conviene advertir que esta cuarteta, que ya figura en el proceso de la insurrección de Huánuco, no integra las Décimas que se insertan en estos autos, de fs. 16 a 21. Las declaraciones de Cárdenas son intencionalmente ambiguas porque indica primero que su amistad con el P. Aspiazu databa de ocho añ0s atrás, pero que sólo hacía uno que habían intimado y fre– cuentaba su tienda; y posteriormente confiesa que, a través de un hermano suyo radicado en Cuenca, había servido de intermediario, unos siete u ocho años antes, para la correspondencia que mantenía Aspiazu con elementos. quiteños cuyos nombres no menciona. Con

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