Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCióN DE HUANUCO DE 1812 LXV expresa de no retornar más al Perú; y los religiosos Villavicencio, Ledesma, Zavala, Nalvarte, Lastra y Ayala, pasaron a disposición de sus prelados y del Arzobispo con prohibición de retornar a los Par– tidos sublevados, lo que no impidió que Ayala volviera, años más tar– de, a Huamalíes. Figura en estos autos el recurso de súplica interpuesto por Pe– tronila del Castillo, hija del caudillo, que aparece por primera vez en los procesos, en contra de la sentencia que ordenaba la ejecución de su padre. Alega los consabidos argumentos exculpatorios de la an– cianidad, insanía e incapacidad de acción del jefe de la rebelión y ofrece información de testigos que fue aceptada por la Audiencia. Los testimonios coinciden en que Crespo y Castillo era un hombre rústico, falto de juicio y obsesionado por la manía de la búsqueda de minas y tesoros, en que gastaba todo su caudal. Se le describe "ata– da siempre la cabeza con un pañuelo sobre un gorro", persiguiendo los tesoros del Inca y excavando cerros, entre ellos uno que había ti– tulado el "Templo del Sol". Idéntico recurso de suplicación, inter– puso D. Lorenzo Berrocal a nombr,e de José Rodríguez, al cual se le presenta como hombre de suma rudeza, dedicado al trabajo de su chácara y a "cobrar las cascarillas de las montañas". Alega el de– fensor que su representado participó en la rebelión, seducido por Durán Martel con el poderoso argumento de que los chapetones ani– quilarían a los oriundos del lugar y los privarían de sus tierras, lo que lo impulsó a la defensa de sus propiedades y a "la libertad de su Patria". Como elemento probatorio menciona la confesión de Du– rán Martel, de la cual se insertan copias, y afirma que los eclesiás– ticos, sujetos de la mayor representación, eran los que habían fomen– tado la rebelión y el bando "entre europeos y naturales". Francisco Calero, en su defensa de los indios, se queja de que, en razón de haber patrocinado a muchos reos del común, había sido hostilizado por el Subdelegado de Panatahuas, D. Alonso Mejorada y otros parientes suyos "que tienen crecidos repartos en esta Provin– cia", pide que se impida a la mujer de éste y a José Castillo, la en– trada al pueblo de Panao, y los acusa, al igual que a los jueces, de extorsionar a los indios, quitándoles sus granos y hasta sus "ollas de manteca''. En forma altisonante advierte que se quejará a las Cortes y que los indios no quieren qu.e continúe el Subdelegado, por– que temen que a la salida del Intendente prosigan con sus excesos y que seis de ellos irían a Lima a plantear sus agravios al Virrey. Con abierta beligerancia, Calero alega "como español americano" con– tra la "maldita tolerancia de los repartos" y sostiene que los desve– los de las Cortes Soberanas y las innúmeras leyes promulgadas de - de siglos anteriores habían sido inoperantes y nunca se cumplieron en

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