Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCIÓN DE HUANUCO DE 1812 LXIX los indios y con otras Provincias y que trataba de intimidar al In– tendente; e insiste en que "si no se quitaron la máscara pronto, fue porque no tenían aún todos los socorros que pensaron tener con Hua– malíes y los pueblos inmediatos a quienes no dió tiempo la llegada de la tropa". Aduce, además, que los miembros de la Junta trata– ron de seducir a las mismas tropas de Tarma por medio de pasqui– nes en los cuarteles para que volviesen sus armas contra los euro– peos, "pues no era guerra entre paisanos"; y aún la víspera de la ba– talla de Ambo tiraban cartas con las hondas, invitando a la tropa a partir con ellos el botín obtenido en' los saqueos. El cura español J ado, con la evidente finalidad de imputar al clero criollo y mestizo el rol más decisivo en el movimiento revolu– cionario de 1812, menosprecia la actuación de los caudillos que lo co– mandaron y, en contradicción con su propio relato de los sucesos, sostiene que en toda la Provincia "no podrían juntarse 10 armas de fuego". Según él en Huánuco "no había una sola cabeza capaz de gobernar" y mucho menos en Huamalíes "donde las gentes son muy miserables". Califica a Crespo y Castillo de ''viejo idiota has– ta el extremo" y a los Rodríguez, comandantes de la indiada, los considera sin importancia y simple instrumento de los sediciosos. Endereza sus ataques contra los religiosos criollos y mestizos y contribuye a esclarecer su real participación en los sucesos. Advier– te al Arzobispo que el gremio eclesiástico de Huánuco "está mancha– do'' y le recomienda que elimine a "muchos clérigos y frailes y si no quiere hacerlo, por mi mano prometo mandarlos con bastantes do– cumentos para que no salgan de un encierro perpetuo", porque "éstos han tenido la mayor parte de este asunto y lo tendrán en todo lo ma– lo si no se les hace mudar de suelo y se les castiga como se debe y merecen"; agregando que si se investigase sus designios ocultos, se lle– garía a verificar que el Arzobispo "tenía en su metrópoli una nueva progenie de curas". Sindica entre los autores de la rebelión a Du– rán Martel, pero lo califica de "estúpido" y afirma que hasta hace pocos años era carpintero y no habría hecho mucho sin su hermano de hábito, el agustino Villavicencio, "cuzqueño que abominaba a la raza española". Sostiene J ado que éste último había sido causante de una conmoción en Huamalíes contra el Subdelegado Bezares, y que tenía gran influencia en la soci.edad huanuqueña por su talento y fa– cilidad de palabra. Lo acusa de director de los que componían la Junta, de haber dictado los oficios de resistencia al Intendente y, con el P. Aspiazu, autor de los pasquines y j.efe de los primeros mo– vimientos, afirmando que tenían compañeros en otras Provincias y en Lima. En cuanto al P. Ledesma, en concepto de J ado, ayudó a escribir los pasquines, engañado por Aspiazu con el cual vivía. Sin-

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