Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCIÓN DE HUANUCO DE 1812 LXXIX agudizaron desde los primeros años de la décimaoctava centuria, a menudo en sincronismo con los ocurridos en el resto del Virreinato. Preciso es recordar, además de la larga lista de conatos subversivos de la "República de indios" en buena parte inéditos, la .empeñosa co– rriente a favor de los indígenas sostenida por esforzados mantenedo– res, muchos de ellos de la alta intelectualidad criolla; y la serie de opúsculos y memoriales sobre agravios e injusticias que padecían los indios del Perú, los cuales terminaron por convencer a los propios funcionarios y teóricos peninsular.es, incluyendo a los Virreyes. La influencia de esos alegatos se dejó sentir en todas las pro– vincias del Perú y en lugar de aminorar, contribuyó a exaltar los an– cestrales rencores y resentimientos de los indios. Dentro de la mis– ma línea de los memoriales y alegatos del Jesuita Coello, Juan de Silva, Domingo de Luna, Aguilar del Río, Juan de Padilla, Ortiz de Cervantes, obras como .el Planctus Indorum o la Representación de Fr. Calixto de San José Túpac Inca, comportaron en puridad ver.: <laderos catecismos populares, alentando la rebeldía de las masas in– dias y de los pragmáticos insurgentes criollos, como ocurrió con el movimiento cuzqueño de Aguilar y Ubalde en 1805. Hito desco– llante en la corriente de la pugna y protestas indianistas es ese in– cansable espíritu de lamentos e imprecaciones, cuya fuerza vigori– zante en la Emancipación no .es posible d€sconocer porque acompa– ña a todas las rebeliones de la masa india. La actitud de los españoles huanuqueños no era menos definida y restaña con significación propia. En el pensamiento criollo de la C€nturia antecedente se había ya planteado rotundamente la clara compenetración de los derechos de los "nacidos en la tierra". Del }rlUndo de los hechos, afirmado en el curso de las guerras civiles sos– tenidas por los "ganadores de la tierra", pasó casi sin transición esa idea, que en el fondo no era sino una emanación telúrica de las pro– pias características del alma española, al mundo del pensamiento teó– rico. En posición verdaderamente unívoca, los criollos peruanos del si– glo XVII declaran que "1 os naturales de Indias deben ser tenidos por hijos legítimos y ocupar el primer lugar y los extraños deben ser los adoptivos y legitimados cuya gracia nÚnca se puede extender en per– juicio de los legítimos". Tan copiosos como los alegatos polémicos en pro de los indios, son la serie de protestas y reclamos ante la Co– rona por la preterición de los criollos. Igual tensión se revela en la ,elección de los cargos locales, derivando siempre en la exigencia de que se cumplieran las leyes de paridad dictadas a favor de los ameri– canos· En el siglo XVIII, en particular en la etapa de Carlos III, la posición de los criollos peruanos es ya de plena afirmación y madu– rez. Fueron descubriendo, sin proponérselo, difer€ncias, contrastes

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