Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812
LA REVOLUCióN DE HUANUCO DE 1812 459 que sublevac~m las demás Provincias, fue por livertar su vida, por que como las muchas cosas que firmaba, no savía lo que hacía. Mi parte lloró con dolor de su corazón el saqueo de los días veinte y tres, y veinte y quatro/. 448 v verificadas en esta Ciudad, igual– mente que las muertes acaecidas en esos días, y como su espíritu estaba conturbado del temor, no tubo el menor arvitrio para escu– sarse de la elección que hicieron los mismos insurgentes de su per– sona, en Gefe de ellos, y por que consideraba que al presentarse a la frente de las tropas de Vuestra Señoría havían de ser mas dóciles, y no tan tena.ses en quererse defender contra la lexítima autoridad. Pero quando vio esa ciega obstinación caminando a obscuras por el fatal paso de su perdición los reyeldes, de cuya obstinación la luz fue la misma caída; no supo determinar otra cosa que la fuga, que lo condena. ¿Y cómo podía ni aun someterse antes de la fuga a la piedad de Vuestra Señoría si estaba fulminada la sentencia de vida para los Ynsurgentes, contra aquellos que buscasen ese respetable acilo? Señor <;;overnador las angustias que padece mi corazón con este encargo, es inponderable, queriendo desempeñar como corresponde al honor que me aciste, y por otra viendo la miseria a que está redu– cido mi parte, me veo en un caos de confuciones, sin saver que medio tomar en esta exsena lamentable; y así expondré que de deven notar, y tenerse presentes sus honrrados procedimientos, cuya conducta ja– más fue ·tildada de la menor señal de poca obediencia a las/. 4 49 auto~ ridades lexítimas, antes de la presente causa, como se prueba por las repetidas señales que ha dado de su fidelidad, sin desviarse de la Leyes, y abominando todo lo que sea seducción. La desgracia de un talento escaso precipita a mi parte al último suplicio, es preciso confesarlo; pero también es preciso que de un hombre de tan cortas luces tenga la justicia piedad, sin cargarle toda la mano, y su peso, por que quisá con otras luces, y otras ad– vertencias, hubiere obrado, como verdadero patriota, amante de la quietud, y del sociego, como lo ha sido mi parte. Ni se puede hacer una defenza con arreglo a las Leyes, y como convenga más al derecho de mi parte, por la falta de un letrado que sepa deducir las consecuencias que resultan de una violenta extor~ ción, qual fue la que padeció mi parte en el fatal nombramiento de Gefe, y demás insidencias; en la rebulución acaesida en esta Ciudad, pues él no ha sido contra el Rey, y su primer objeto fue, después de la derrota en Ambo, con los leales voluntarios del Cerro de Yau– ricocha, que proclamasen todos en pública plaza por su lexítimo So-
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