Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812
482 ELLA DUNBAR TEMPLE /. 47~v (En blanco) / .471 (Margen superior derecho) : Domingo Palomino, que no maquinó la rebolución por que estaba he– cha, y él fue uno de los muchos que quisieron salvar su vida mani– festando en lo exterior seguir a los Rebeldes, sobre lo qual concurre su ignorancia y rudeza. · (Al margen) Huánuco 19 de Mayo ·de 1812. A los de su Materia. Gonsales (Rubricado). Ante mi: Nicolás Ambrocio de Ariza (Rubricado). Mariano Flores (Rubricado). Señor Gobernador Yntendente Don Francisco Calero, á nombre y como defensor de Domingo Palomino, en los- Autos criminales que contra él han resultado, so– bre juzgársele incurso en la insurrección de esta Ciudad, y lo demás deducido, respondiendo al traslado de los mencionados autos, en que se le culpa haber sido uno de los que exercía la Plaza d.e Capitán, ó Comandante de los Yndios, digo: Que la esclarecida justificación de Vuestra Señoría se ha de servir sobre tabla mandar soltar al expre– sado mi parte de la carcelería en que se halla; y en su concequencia declarándosele libre de toda nota é infamia; pues así es conforme á derecho, favorable y siguiente. No hay, ni puedo pres·entarme·· jamás cosa más fácil que salvar a mi cliente. En vano es ocurrir á miserables efugios, que no ser– virán sino de comprometer la suerte de mi defendido. El nombre solo de revolución amedrenta y espanta. En la de esta ciudad yo dis– tingo dos clases. Revolución puramente de Yndios: revolución de yndios con mestizos. En la primera los Yndios solos lo hacían todo; en la segunda incorporaron á los últimos/. 471 v. Esto fue público y notorio. Los yndios tomaban á los que encontraban, y los hacían ir por delante de ellos de por fuerza, destinando á cada uno de estos sus correspondientes trozos. Algunos, y entre ellos mi parte, vien– do que de otra manera no podían librarse del furor de los enemigos, se determinaron a mesclarse entre ellos. creyendo así asegurar me– i or sus vidas. Tal sucedió a Domingo Palomino aunque nunca co– mo General ó Capitán, sino puramente ~orno un particular. El veía que de este modo solo, podía consultar la seguridad de su vida: in– t erpretaba la defensa de la Patria, por la justa, y legítima defensa de la verdadera Patria: su estupides, su ignorancia, su natural fal– ta de luces, lo hizo arrojarse á una acción, cuyos malos resultados ja-
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