Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812
LA REVOLUCION DE HUANUCO DE 1812 569 mente tienen Rodríguez y Espinosa, y ya se le huvieran provado á concordar con sus supociciones algunos del cúmulo de los testigos que constan del Proceso, y a no ser :tan notorio é incontrastables los conve''ncimientos que tienen en contra para desvanecer sus Declara– ciones. Don José Bodelón en la 5a. pregunta de su la suya Declara "que "lo único que puede decir es "que mi parte estubo de guardia el 23 "del pasado: en la Plaza mandava á los Patricios que se retirasen "a sus casas como vio el Declarante, sospechándolo por trahidor". Este es el sentido literal de su temeraria sospecha que intenta co– rroborarla con .el quimérico cuento de su Muger de que mas abaxo traeré. ¿Y será crehible que en lo público de la Plaza donde se yva a representar una escena que jamás vieron, no huviese conocido uno ó mas individuos que calificasen el tan orrible crimen de trahidor que supone?. Expreciones que totalmente¡.5 4 9v fueron negadas a todos los 81 testigos que constan del Sumario; y por el contrario al Te– niente de Alguacil Mayor Don Manuel Rebolo, El Regidor Don Juan Antonio Narro, y el Teniente de Ynfantería Don Antonio Pardavé lejos de haverla oído, aseguran que no sólo mirarte no desamparó la guardia que le estava encargada, sino que se mantubo en ella aciendo cartuchos y valas, para proveer a los leales que en el Puente de Huayaopampa impedían la entrada de los Ynsurgentes. Buelvo a repetir que el pensamiento de Bodelón no tiene otro destino que un despropósito temerario y odioso en todas sus partes dirijido sólo á obscurecer la inocencia de la mía. Síguese de todo lo dicho que como Bodelón entendía que la De– claración que hacía contra mi parte le era no sólo un crimen exe– crable por el que merece la pena del talión quando se le hiciese cargo de ella y no pudiese provarla; para adornarle y vestirl.e de creduli– dad, la corrovora ~on lo que contó su Muger y es "supo por boca "de su Muger Doña Ysabel de Loaysa, que después de la derrota de "los Serreños mandó Don Narciso Tafur repicar las Campanas de "la Yglesia de San Agustín donde estava refugiado". Admirable pensamiento que sin acordarse que es tachada y que precisamente havía de seguir a todo tranc.e el sistema de su Marido, pone a Vues– tra Señoría en la /in/evitable incomodidad de que se juramenten y ratifiquen al Reverendo Prior del Comvento que a primera vista titubea sobre ello, el P31dre Villavicencio, y Doña María Concepción Castro, quienes ni por incidencias mencionan tal repique; última– mente como la declaración de Bodelón estava distante de la pureza y verdad que le correspondía á causa d.e que mi parte a la conclu– ción de la recomvención que se les hase/. 55 º después de la segunda
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