Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812

LA REVOLUCióN DE HUANUCO DE 1812 773 Nunca mas aterrado de la presencia que causa siempre todo ino– cente, que hase que me/. 7 5 1 v veo elegido por él mismo para trabajar en tan corto tiempo su defensor. Yo recorro las desgracias sucedi– das á tantas miserables, que no pudiendo huir de una tan espantosa revolucion, por un cálculo al parecer bien concertado, se han visto al– gunas comprehendidos en ella. En esta situacion ha estado mi par– te. Sí señor: Lo repetiré mil veces esta fué la triste coyuntura en que s.e vió. Quántos hombres honrados á la hora de esta habrán sido víctimas por que entonces juzgáron poder librar de ese modo su vida! En esos casos aun el mas grande talento vacila: de pronto ve que vá a morir los peligros que se le presentan cada vez con un aspecto mas horroroso y temible: no sabe á que decidirse: se de– termina á espirar ántes que corresponder mal á su nacion; mas . al fin se resuelve tomar algun partido, que consultando la seguridad de su persona, no cubra jamás su nombre de ignominia. Mi parte se vió en este estado: él t.emia que asaltasen su vida no solo los indios, de quienes no recelaban tanto. sino de los desertores de su Regimiento que habia aprehendido, como de los soldados que nue– vamente tenia reclutados, cuya confianza se le habia dispensado por su respectivo xefe, y que con tanto honor iba ya desempeñando. Los extraordinarios esfuersos qué habia hecho par.a est:;i obra, habia in– dispuesto de/ . 752 ante mano sin duda los ánimos de aquellos, que solo esperaban la mas corta oportunidad, para vengarse de un soldado tan fiel servidor de Su Magestad. Asi sucedio y he aqui lo que te– mio, y con justicia mi parte. Nadie como él estuvo mas rodeado de enemigos: él no veia el modo de escapar. Todos saben el natural rencor que por lo regular profesan los que son aprehendidos á los comandantes de Bandera. Ademas, ellos por sí mismos le tenian ya un odio anticipado. Penetrados de que no era posible que se les en– contrase por alguno nunca, Moscoso, los sorprehende ya en Acomayo, ya en Chinchao, ya en Mesapata, Tumbes ( ?) , Malconga, quircan, To– mayquichua, y en fin en todo el valle, á donde se dirigió. Siempre que lo pidieron las ocasiones, con ese solo objeto. A estos, pues, es áquienes temia mas que á los mismos insurgentes. De donde es de creer que la ·obra de la esquela, no fué sin duda, ni pudo sér por otro principio. La prueba no puede estar mas clara. En esto él no obró mal. Tampoco cometió delito alguno. El estaba precisado á .consultar la seguridad de su vida: los hombres que ofrecia eran diez y siete unicamente, en caso que los hubiese tenido entónces, que se niega y se/. 752 v negará siempre, número demasiado corto para hacer con respecto á los indios, por sí solo ningun grande daño. Y aun quando se hubiese de hecho admitido su oferta por Castillo: podrá

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