Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes de 1812
774 ELLA DUNBAR TEMPLE por eso deducirse por manera alguna nunca, que efectivamente tenia tales hombres mi parte? De ninguna manera, como que entónces no contaba ya con tales reclutas, ni habrá uno que diga que se le vió en ninguna ocacion de esas con ellos· En todo, él no trató mas qué de asegurarse; y esto es lo único que ha habido. Por otra parte: ¿quién no ve que si Moscoso no hubiera tenido esos estorbos; que si él se hubiese resuelto á mezclarse con los in– surgentes, lo hubiera en el momento sin el menor temor verificado? ¿Quién pudiera habers.elo embarazado, ó impedido? Luego es claro que efectivamente hµ.bo de su parte · el mas jus_to recelo de que se asaltase sin remedio, quando no por los indios, por los desertores y reclutas, en es·as circunstancias, su vida. A lo/. 7 53 que se agrega, que á como Militar era natural que temiese de él algo el subdelegado Castillo; por lo que tomó el partido para contener qualesquiera mal que pudiera resultarle, de dirigirle sin pérdida de momento la citada esquela. Nadie dudará que no había quien temblase en el detestable mando de ese mal Patriota: que no había vecino al– guno honrado, entre cuyo. número cuento á mi clientulo, que por momentos no esperase la muerte. El tenia motivos para recelar mas que ninguno de su ciego furor: Luego no hizo nunca mal, ó lo que es lo mismo, no cometió delito alguno en dirigirle dicha esquela, quando en ella solo consultaba la seguridad de su indi– viduo. Ni puede sacarse otra cosa por mas que se apuren las lu– ces y el talento, de su simple contenido. Ni obsta para ello que se añada por la declaracion que se vé á f -, que de nuevo f ué á :reptir ·su oferta á Don José Castillo. Esto mismo está por sí pro– pio afianzando el pensamiento apuntado. Creyó que no habia sido bastante la esquela fluctuada entre el temor y la esperanza por la falta de su contesto; y es de/. 7 5 3 v aquí que el que si todavia desen– gañarse por sí mismo de la mala disposicion en que ereyo estar con– tra el sin duda ese enemigo declarado de todos. Si Moscoso hubiese tenido ideas ·de fomentar la revelion; si sus miras se dirigian á des– truir con los indios la causa justa, á sostener con sus brazos el ho– rror comenzado; ¿quien· podía haberselo impedido? Seguramente na– die, como que no se le impidió á ninguno, y al contrario se llevaban á rigor y por fuerza á los que encontraban en los caminos á la Gue– rra, como es notoriamente público. Luego por manera alguna podrá jamás creerse por solo el tenor simple de la esquela, que la in– tencion de mi parte fue determinadamente la de contribuir por la suya al fomento de una obra, que no podía ser pór todos lados más injusta. De lo que tambien resulta que su soltura debe en el mo– mento sin pérdida de tiempo sobre tabla decretarse. Su esquela no
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