Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

94 MANUEL JESUS APARICIO VEGA 14~ Testigo el Licenciado Don José Cáceres, Abogado de esta Real Audiencia y Secretario del Gobierno. En el propio día diez de febrero de mil ochocientos trece. An– te el señor Alcalde Juez de esta información, la parte de los se– ñores electores presentó por testigo al Licenciado Don José Cáce– res, Abogado de esta Real Audiencia y Secretario del Gobierno y Presidente de esta Capital de quien su Merced por mí el Escriba– no le recibió el juramento que lo hizo por Dios Nuestro Señor y por una señal de Cruz, según forma de Derecho, so cargo del cual ofreció decir verdad de lo que supiere y fuere preguntado, y sién– dolo el tenor del escrito presentado por dichos señores, dijo: Que habiéndose reunido el día domingo siete del corriente en el Ge– neral del Convento de la Merced los ciudadanos de esta Matriz con el objeto de votar por los cinco electores que le cupieron para nombrar la Municipalidad de esta ciudad presidendo el muy ilus– tre señor Presidente la expresada Junta, y colocado en dicho lugar en sitio preferente a todos, tomó la voz el señor Teniente Asesor Don Pedro López de Segovia, e inspiró que el primer acto de ella en1, nombrar dos escrutadores, y un Secretario, lo cual oído por los ciudadanos concurrentes eligieron por escrutadores al Licen– ciado Don Francisco Paula Galdos, y al Licenciado Don Toribio de la Torre, y por Secretario al declarante. Mas como el lugar desti– nado no fuese capaz de contener la multitud de ciudadanos concu– rrentes a la elección, se pidió por ellos salir al claustro y habiéndo– se accedido a esta petición, se puso al señor Presidente en un lu– gar cómodo y el pueblo en los claustros altos y bajos y espacioso patio, empezando dicho señor Presidente a dar su voto en viva voz por los cinco electores, y dictando el tercero o cuarto se oyó una voz general que pedía la libertad de los doctores Don Rafael Ra– mírez de Arellano y Don Manuel Borja, abogados de esta Real Au– diencia que se hallaban presos en dos calabozos del cuartel inco· municados y con centinelas de vista, a cuya reclamación dijo el se– ñor Teniente Asesor que no era de inspección del pueblo pedirla, y que el señor Presidente era el Juez; insistió el pueblo en solici– tar la libertad y la causa de la prisión de los susodichos, enuncian– do que era contra la Constitución tenerlos treinta y ocho horas en su prisión; en este estado se aumentaba el grito del pueblo e irresoluto el señor Presidente sobre el particular, expuso el Tenien– te Asesor que el que lo había sido de la causa y se hallaba presen– te Don Lucas Manuel de Esquinigo informase quien habiéndose llegado y empezado a practicarlo, impaciente el pueblo de no ver

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