Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 95 a los presos se retiró al cuartel la mayor parte con el designio de extraerlos, lo que dio mérito a que el Doctor Don Sebastián de la Paliza, Rector del Colegio de San Bernardo inspirase al se– ñor Presidente accediese a la voluntad de los ciudadanos agregan– do el escrutador Don Francisco Paula Caldos que su Señoría que– daba a cubierto con que otorgasen fianza sujetos de satisfacción por los presos, convidándose a ella varios sujetos la extendió el enunciado Don Francisco Paula, la que leída públicamente, recla– mó el pueblo que su voluntad era que fuese a nombre suyo, y que así la suscribiese como lo ejecutaron los Tenientes Coroneles Don Martín Valer, Don Domingo Rozas y de las Infantas, y el Capitán Don J uan José Olañeta, con lo que se procedió a extender la orden de libertad que llevó el Capitán Don Felipe Eulate al cuar– tel, Ja que vista por los presos los obligó a salir de él; fueron con– ducidos con vivas y demostraciones de júbilo y alegría que hacía el pueblo al sitio donde estaba la Junta, presentados pues al se– ñor Presidente le rindieron los más respetuosos agradecimientos y luego después empezó el Doctor Arellano a manifestar con ener– gía y sentimiento las nuildades de su causa, cuya peroración inte– rrumpió y cortó el señor Teniente Asesor, expresándole que no era tiempo ni lugar de hacerlo, y que se retirase a su Parroquia del Hospital de Naturales a votar, cuya insinuación lo contuvo, y sólo pidió documento que acreditase no estar excluido de concurrir a su Parroquia a votar y ser elegido, el que extendió Don Francisco Paula Caldos, y certificado por el declarante se leyó en pública voz con el que se retiró ministrándose otro de igual forma y del mismo modo al Doctor Don Manuel Borja, quien habiendo empezado a ma– nifestar su inocencia, en este acto, se oyó una voz común que pe– día saliese el Cura Becerra de la Junta, la que cesó a la voz del Teniente Asesor que expuso que no era propio de ciudadanos reli– giosos repeler a su Cura, que con arreglo de la Constitución era llamado a asistir a la Junta ni su expulsión era decorosa al carác~ ter del Sacerdocio con que se hallaba revestido; a la fuerza' de estas expresiones religiosas siguió el pueblo, y permaneció el enun– ciado Cura en su silla de donde iba a retirarse conteniéndolo el Teniente Asesor. Acaeció también que los ciudadanos penetrados de la inocencia de los dos presos, y de la intriga que había pre– meditado en la formación de su causa, dijesen al señor Presidente que sus áulicos y asesores secretos, que no tenían responsabilidad alguna de sus dictámenes, abusaban de su sinceridad y buena fe, y que estas prendas que le eran naturales se pervertían por aque– llos, que el pueblo estaba inte!igenciado de su natural bondi[ld, de

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx