Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

. ; ,. ·, LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 103 su Iglesia con estos mismos atributos, pacífic;a, mansa, sufriente y misericordiosa. Sería muy largo puntualizar todos los lugares del Viejo y Nuevo Testamento, que lo dicen, como también los casos prácticos de su conducta acordes con los oráculos. Valga por to– dos el siguiente que es el que con más precisión, y mi propósito· reprueba y condena las bárbaras sanguinarias penas de ese ex– tribunal inimitador de Jesucristo. Irritados los hijos del trueno Jacobo y Juan contra Samaria porque no récibió a Jesucristo, quisieron hacer descender fuego del cielo, que consumiese a todos sus habitantes. La bondad, la paz, la mansedumbre, el sufrimiento, la misericordia del Salvador los reprende, diciéndoles: Vosotros ignorais el espiritu de__que de– .beis estar animados. El Hijo del hombre no ha venido a perder las almas sino a salvarlas. (2) Pregunto ¿se ha obedecido, se ha imitado por los inquisidores esta pacífica, mansa, sufriente y misericordiosa conducta del Sal– vador, cuando han arrojado a la hoguera el cuerpo de un incré– dulo obstinado, y· precipitado su alma a los infiernos? ¿No es ver– dad patente que contra el ejemplo del mismo Jesucristo han apa– gad9 la mecha que todavía humeaba, y han quebrado la caña que– brantada? (3) ¿Se debe gobernar la esposa de la masedumbre a manera de los campos de batalla contra la voluntad del esposo? ¡Oh Dios de misericordia! ¡Un loco intenta precipitarse de la cima de un monte, al instante corremos, lo contenemos y aun lo atamos si es necesario! ¡Pero vuestros inquisidores no sólo han permitido, han mandado, que se arroje a la hoguera el cuerpo de un incrédulo obstinado, y que se precipite su alma a los infier– nos! ¿Se imita así la conducta pacífica, mansa, sufriente, miseri– cordiosa de Jesucristo con Samaria? de las voces. Sirva esta nota de desagravio que mundifique esa cualidad divina de la mancha irreligiosa que contrajo, cuando se condecoró con ella a un demonio. Por otra parte ¿con qué verdad, ni en qué sentido tempo– ral puede llamarse Príncipe de la Paz un hombre que junto con sus Mece– nas es precisamente la causa de las c.ausas, el origen, el todo de infinitas turbaciones pasadas, y de las más sangrientas traidora e injusta guerra que padecemos al presente? Pax, pax et non erat pax, dice un texto sagrado que parece no fue escrito sino para redarguir (sic) con él al pseudo príncipe de la paz, al furor y a la indolencia estúpida. (2) Mat. C.9 V.56. Nescitis, c1<i11s spíritus estis: filius hominis non venit animas perdere, sed salvare. (3) Isaías C. Math. Cap. 12. V 2o. Arundinem quasqtam non conteret, et limmr fumrgans non extinguir.

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