Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 105 eleva a un eminente grado de santidad. Primero que el cuerpo es el .alma. Yo no ignoro varias Leyes de Partida que imponen la con– cremación o pena de fuego a los herejes obstinados. Pero habién– dose probado que esa hoguera es una pena bárbara, diametral– mente opuesta a la mansedumbre, carácter esencial de la Religión Cristiana, al ejemplo de Jesucristo, que no vino a perder las al– mas sino a salvarlas. Habiéndose probado también que la hoguera pierde las almas en lugar de salvarlas; la barbaridad siempre es una misma, sea el que fuese el que la manda. Venero las leyes; pero no debo venerar .las que se oponen al gobierno espiritual de la Iglesia, al ejemplo de Jesucristo y a la salvación de las almas. Pero hablemos directamente a los inquisidores. Esas Leyes de Partida se hicieron antes de la creación de la Inquisición y no tuvieron otro objeto, que el bien temporal del Estado, perturba– do por los herejes de quienes temían los reyes su destronación. Luis XIV de Francia por este mismo motivo revocó el Edicto de Nantes en que había concedido el ejercicio libre de toda religióft'. Vosotros inquisidores en calidad de sacerdotes, penetrados del espíritu de lenidad del Sumo Sacerdote Jesucristo no podíais for– mar a los herejes causa de sangre, de que resultaba necesaria– mente pena de sangre. Os lo prohibe también el derecho canó– nico, que a todos sus transgresores los declara incursos en irre– gularidad canónica. Luego formándoles esa causa de sangre, habeis procedido con– tra la lenidad de vuestro sacerdocio; luego habeis cooperado a la concremación o pena de fuego contra los herejes, obstinados. Luego habeis incurrido en irregularidad canónica; luego las Le– yes de Partida y vosotros han arrojado a la hoguera y al infierno el cuerpo y alma de los herejes obstinados. El agente principal de una crueldad y el cooperante ambos son inmolados. ¿Y qué diremos de la sala de tormentos que tenían los inquisi– dores de esta Capital de Lima, a donde el día tres del presente se entró el pueblo furioso, los arrancó y se los llevó con muchos pa– peles de sus archivos gritando por las calles: Ya se acabaron estos tiranos y verdugos, que nos atormentaban y que mataban de ·que hablo más extensamente a V.M. en la adjunta representación? ¿Mandaron también esta bárbara crueldad las citadas Leyes de Partida? ¿No ha sido ella obra de sólo los inquisidores? ¡Oh me– tamorfosis demoniaca! ¿La lenidad evangélica convertida en cruel– dad inquisitorial! Por todo yo el mínimo de los hombres, felicito a V.M. por

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