Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

110 MANUEL JESUS APA,RICIO VEGA haciéndoles contemplar los beneficios de que se hallan rodeados; se proporciona a su inteligencia, explicándoles en sencillo lengua– je los principios sublimes y abstractos de la religión y la moral; les enseña a estimar su tranquilo estado y a no envidiar las agi– tadas fortunas de las villas y ciudades. Diezma en la porción del rico y en la suya la parte del pobre. Asiste a sus inocentes fies– tas, y toma parte en su alegría. Los alivia y consuela en la aflic– ción y tormento de sus males. Regocija por muchos días a la ma– dre, acariciando un momento al tierno infante. Alienta al trabajo al joven robusto, mostrándole a su padre decrépito, para quien el tiempo de reposar ha llegado. Pasea al anciano en la estación de los días más serenos, y le habla plácidamente de la muerte bajo el viejo árbol, que reverdece. Allana al moribundo la entra– da del sepulcro, y le acerca dulcemente el deseado término de sus enfermedades, dolores y fatigas". !Qué pintura, qué retrato de la eminente dignidad, de la be– nificencia, del amor paternal de un pastor para con sus ovejas! ¡Qué funciones, qué prácticas de caridad! ¡Qué edificación! ¡Qué ejemplos! ¡Qué copia tan parecida a su original, Jesucristo! ¡No parece que habla Young sino un Padre de la Iglesia! Todo es di– vino, todo ajustado al modelo, todo derivado del Pastor Univer– sal. Del pasee oves meas, que delegó en sus co-pastores particula– res, y no en los canónigos, que nunca han sido pastores sino ca– nónigos. Así habló un protestante: ¿Cuándo hablarán así los ca– nónigos que se tienen por católicos? ¿Y por qué no hemos de ser imparciales como Young? ¿Por qué ha de haber en la Iglesia injustas y ambiciosas dislocaciones de primacía? ¿Por qué no ha de estar cada uno en el lugar, en que lo puso la providencia? ¿Por qué quiere ser más el que es menos por el orden de la misma providencia? "Infelices de vosotros, hijos desertores de mi providencia: Vae filii desertores, ut faceretis consilium et non ex me, et ordi– remini telam, sed nom per spiritum meum" Isai. 30. v. 1. Para no incurrir en este terrible anatema de maldición, no hay otro medio. Guardar cada uno su puesto designado por la Providencia. Primero los párrocos como co-pastores con Jesucris– to y menores príncipes de la Iglesia. Después los canónigos como meros salmodistas, y como lo tiene mandado el señor Don Car– los III. Si hay dicterios y vituperios en el dicho gracioso del padre Isla: Bienaventurados los tontos porque ellos serán canónigos. Allá se entiendan éstos con su Reverencia, a quien sólo cité, y no adop-

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