Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

112 MANUEL JESUS APARICIO VEGA razón incircunciso, es menester repetirlas muchas veces una mis– ma verdad, y aún así no basta. Eumdem sermonem non me pae– nitet, como lo hacía con sus discípulos el discípulo amado. Contra esos dicterios y vituperios responde el anónimo entre otras cosas que hay en esta Catedral, un Canónigo Teologal, que enseña la Escritura y Moral a los clérigos, un Magistral que pre– dica, un Penitenciario que confiesa, un Tesorero que custodia las alhajas de la Iglesia, un Maestro-Escuela que enseña Gramática y un Chantre, instruido en la teoría y práctica de la música. Poco a poco, antes que reviente. Esas papillas tan imagina– rias como el cura de beneficio pingüe, autor del anónimo de la Carta Apologética, allá para los ciegos, sordos y bobos, no para un ángel exterminador, que sabe exterminar falsedades. Ni el Chan– tre sabe el christos de la música Ut, Re, Mi, Fa, Sol, ni el Teolo– gal enseña jamás la Escritura y Moral a los clérigos, ni el Magis– tral predica, ni el Penitenciario confiesa según la Regla del Santo Mogrovejo, ni el Tesorero guarda un centavo de la Catedral, ni el Maestro-Escuela enseña Gramática. ¿Dónde estamos? ¿En Lima o en Tetuán? Vaya, vaya, que nos pierden el respeto con la mayor imprudencia. Títulos sir. re. Be– neficios sin oficio; y soplarse la renta sin cumplir con sus cargas. Mejor que el Chantre canto yo la siguiente coplilla de los anda– luces que viene muy al caso de los canónigos. Tres cosas h ay en las Indias, que me causan mucho espanto: Que ni Puerto Rico es Rico ni la Vera-Cruz es Cruz ni Santo Domingo es Santo. Y pasemos, señor público imparcial a demostrar otra false– dad del anónimo. Dije en mi discurso del año pasado fol. 4 que tenía tan grabada en mi corazón la nada de las canongías que por eso no había dado un paso, ni la daría, para que se me agraciase con una de ellas, aun habiéndomela ofrecido el Doctor Don Carlos III, en su Real Cédula que conservo. Dice así la Real Cédula. "En prueba de haberme merecido mucha aceptación los servicios y celo al presbítero Don Angel de Luque, he venido en concederle la pensión de mil quinientos pesos sobre las rentas del Obispado de Arequipa, que deberá dis– frutar, mientras se le coloque en una de las Catedrales del Reino...

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