Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

120 MANUEL JESUS APARICIO VEGA prestado su dictamen el Segundo Síndico Procurador que se le pi– dió en seguida del que expuso el primero promoviéndola; no son ignoradas por los señores del Tribunal, del mismo modo que las otras celebradas a instancia de los dos Síndicos por si se impedía el servicio diario que sin expender un medio real, gozaban y go– zan dichos señores de un soldado acuartelado con el nombre de Ordenanza; pues se juzga conveniente a la justa inversión del fon– do común, y al cumplimiento de la ley. El señor Regente manda la ordenanza hecha para los de su ~mpleo alegando excepción de la regla. El Ayuntamiento que desde su instalación tomó las medidas que conceptuó oportunas para realizar· el cuidado de los cuatro hospitales de la ciudad después de señalar días para visitarlos, y cerciorarse de su régimen, se constituye en el de Naturales, nom– brados antes Indios, con previo aviso a su venerable hermandad; allí se arrostra de capa el señor Fiscal, inhibiéndole toda interven– ción proclamando no practicase en lo sucesivo iguales asistencias, no obstante la nueva Ley Fundamental y el Patronato que como fundadas ha ejercido siempre en él, disputando la presidencia a los señores Alcaldes y Diputados del Ayuntamiento como en efecto preside a todos, y sancionando solemnemente que él solo y la humanidad deben cuidar y han de ayudar desde las más mínimas economías del hospital hasta las mayores, señaladamente de la co– locación de sus dependientes que en la clase de tales se perpetúan sus ahijados y los del señor Regente Pardo, especialmente el mé– dico Don Francisco Pacheco. En estas alteraciones se concluye la tarde, y el señor Fis..:al sigue como antes contra constitución y reglamento. Los Prelados, de los Hospitales de San Juan de Dios y Beth– lcmitas, descaradamente resisten a que el Ayuntamiento se pre– sente en ellos, fundándose no tanto en la falta de reglas que anun– cia el cargo 6 del artículo de Constitución, y en los privilegios que aseguran poseer cuanto en el favor que notoriamente disfrutan de los señores Magistrados Pardo, Cernadas y Bedoya, como de interesados en sus comodidades, a más del parentesco que el de San Juan de Dios, Giuridi ha declarado con la mujer del primero, con cuyo velo hizo para el padre de ésta en la Iglesia de su Con– vento unas honras que se admiró la ciudad por sus exorbitantes gastos, también se escandalizó al considerar que el dinero de los pobres enfermos costease tal profusión, notoria del mismo modo que la baca o compañía celebrada perpetuamente por estos dos pa– rientes políticos en el juego del mediador con que se divierte el

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