Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

126 MANUEL JESUS APARICIO VEGA simples pedidores que nada determinaban por sí, sino que en todo obraban por representaciones o consultas a los Gobernadores, quie– nes usando de su arbitrariedad ejecutaban lo contrario a lo pedido por el Cabildo . Que recordasen que a ellos se les negaba sin cau– sa en el Tribunal de la Real Audiencia la personería para promc;r ver los asuntos pendientes de propios y otros que en conservación del buen orden y subsistencia de la ley se ofrecían . Que recor– dasen las reales provisiones que en la fórmula antigua se habían expedido contra el Cabildo, en orden al asiento de los paños lle– nas de condenas y penas aten-adoras del espíritu más fuerte y rec– tificado que manifestaban la resistencia a despojarse de sus in– justas, aunque antiguas facultades, pues acostumbrados por decir– lo así, a vivir en el despotismo, y a medir su poderío por su ar– bitrio y voluntariedad miraban con odio, y aversión las sagradas leyes fundamentales de nuestra Constitución, sin considerar que en su puntual observancia, se hallan cifrados sus más ciertos in– tereses y su verdadera y legítima autoridad; que recordasen el mal ·éxito que ha tenido el cargo de los hospitales, no obstante los esfuerzos redoblados, que se habían hecho para su reforma y exterminio de los insufribles abusos introducidos por sus admi– nistradores y prelados, quienes por perpetuarse en ellos, y saciar el fruto de su ambición se prosternaban con bajeza delante de esos ídolos, que a esfuerzos del terror pretendían todavía conser– var los proscriptos sacrificios de la adulación. Que recordasen los rlesaires que a vista de ellos habían sufrido algunos miembros de esta Corporación por sostener las leyes y hacer las efectivas en to– da su extensión, a fin de que ningún particular y súbdito de ellos, osase reprimir su fuerza y quitarles su virtud; que recordasen fi– na lmente las amenazas q~e resonaban sobre sus oídos contra sus adictos que permitían en valerse de ellas para asegurarse de los -vejámenes e injurias que sufrían, hasta el extremo de proferirse por un señor Ministro: "Que perecería la Constitución y sus secua– ces, que si no habían observado que poi· evitar esos inminentes riesgos se retiraron muchos cabildantes y se excusaron de asistir a los Cabildos, para cuya audiencia se dejó de celebrar esta acta, y hacer otras muchas cosas, que se tenía premeditado para el ser– vicio del público; que si no le constaba al Segundo señor Síndico, · el retiro del primero de esta ciudad aterrado de las asechanzas y conminaciones de esos espíritus fuertes, que sin cesar maquinaban el modo de atacar su seguddad personal, sólo para que lo veían d iligente en el cumplimiento de sus obligaciones que echase la vis– ta al Ayuntamiento y para cualquier aspecto que lo mirase adver-

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