Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

128 MANUEL JESUS APARICIO VEGA las mencionadas copias certificadas y con vista, del recurso del citado 24, se extendiese el Acta exponiendo los motivos porque dejó de hacerse en esa ocasión; e inmediatamente dijeron que la imperiosa influencia del Gobierno en los negocios económicos del Ayuntamiento y la directa dependencia de su autoridad frustraba el conato y diligencia que ponían en favor de la felicidad local, pues ni el respeto de la ley podía asegurar sus operaciones, porque al– gunos ciudadanos y vecinos bien avenidos con sus abusos y corrup– telas, sentían su proscripción mediante los planes provisionales, es– tados y proyectos que se habían organizado, y que se aceptan a esas autoridades protecciones que prometían desacreditar sus obras, extinguiendo por el terror el ardiente celo que sin equívoco mani– festaron al principio de servir a la Patria. Que extrañaban la acusación de los dos señores Síndicos cuando ellos mismos eran testigos presenciales de los obstáculos y trabas que se le ponían para ejecutar sus acuerdos, reduciéndolos a hacer unos simples pedidores que nada determinaban por sí, sino que en todo obra– ban por representaciones o consultas a los Gobernadores, quienes usando de la arbitrariedad ejecutaban lo contrario a lo pedido por el Cabildo; que recordasen que a ellos se les negaba sin causa en el Tribunal de la Real Audiencia la personería, para promover los asuntos pendientes de propios, y otros que en conservación del buen orden y subsistencia de la Ley se ofrecían. Que recordasen las reales provisiones que en la fórmula antigua se habían expedido contra el Cabildo en orden al ciento de los paños llena de conmi– naciones y penas aterradoras del espíritu más fuerte, y rectifica– do; que manifestaban la resistencia de despojarse de las injustas aunque antiguas facultades, pues acostumbrados por decirlo así a vivir en el despotismo, y a medir su poderío por su arbitrio y vo– luntad, miraban con odio y aversión las sagradas leyes fundamen– tales de nuestra Constitución, sin considerar que en la puntual observancia se hallan cifrados sus más ciertos intereses, y su ver– dadera y legítima autoridad. Que recordasen el mal éxito que ha tenido el cargo de los hospitales, no obstante los esfuerzos redo– blados, que se habían hecho para su reforma, y exterminio de los insufribles abusos introducidos por sus administradores y prela– dos, quienes por perpetuarse en ellos y saciar el fruto de su am– bición se prosternaban con bajeza delante de esos ídolos, que a es– fuerzos del terror pretenden todavía conservar los proscriptos sa– crificios de la adulación. Que recordasen los desaires que a vista de ellos habían sufrido algunos miembros de esta Corporación, por sostener las leyes y hacerlas efectivas en toda su extensión, a

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