Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 137 paso a cuantos por ella querían transitar; de suerte que por esta causa unida a la novedad, y a la concurrencia de quienes iban a presentarse al cuartel se hizo en cada bocacalle una represa gran– de de personas de todo rango, sexo y edad, las que con aquel inte– rés que ocasionan tan extraordinarios casos preguntaban su cau– sa que se discurría de distintos modos sin que alguno expresase tal asalto, y tal extracción de presos. Esta incertidumbre avivó los celos de Ja fidelidad y lealtad características del cusqueño en los que se hallaban en la bocacalle que gira por el Convento de Nuestra Señora de las Mercedes, for– zándoles a quejarse en alta voz de la desconfianza que de ellos tenía el Gobierno, puesto que de improviso había puesto tantos centinelas en los importantes, y varios puntos, bien que mezcla– dos algunos alaridos y silbos inevitables en Ja plebe donde concu– rren muchachos y mujeres, protestando se retirarían todos al mo– mento que los soldados se recogiesen, cuyas expresiones fueron contestadas con gran afabilidad por Don José Mariano Ugarte, ase– gurándoles iba a pedir orden del Jefe para hacer retirar Ja tropa como en efecto la pidió saliendo por garante de la tranquilidad del pueblo. A tiempo que este caballero practicaba estas diligencias man– dó el cochabambino Don Agustín Antesana descargar, según dice un fusíl por alto, lo que notado por la reunión se esfuerza a dejar la calle y salvar sus personas por los rumbos que pudiesen, y que difícilmente buscaban en la represa de tanta gente; juzgando An– tesana que este movimiento era contrario, o por otra causa, prin– cipiaron los soldados a dar fuego a dirección a la gente tan inme– diata, y tan estrechamente aglomerada, hasta que algunos tiraron piedras a éstos, mientras se desembarazaban para huir, y aun puestos en fuga se vieron perseguidos en distintas calles por los soldados que indistintamente daban fuego a cuantos distinguían a la claridad de la luna, aunque no estuviesen en grupos, quedan– do por víctimas del desorden que íntegramente se concluyó; va– rias personas muertas que al momento se recogieron y otras gra– ves, y levemente heridas que aún se conservan sin haberse obser– vado de parte del pueblo, un traquido de arma de fuego ni el ma– nejo de alguna cortante o de palo, si sólo de las piedras que pudie– ron encontrar. Cerciorado el Ayuntamiento de estos acontecimientos tuvo por conveniente en virtud de sus atribuciones, a fin de vindicar el fidelísimo amor y respeto que la ciudad ha siempre tributado al Soberano y quienes le representan a fin de no quedar en descu-

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