Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

140 MANUEL JESUS APARICIO VEGA denuncia. La calificación y el resultado del expediente harán ver a V.E. y al mundo entero, si lo ha promovido el amor a la justicia y al bien público, o el interés particular de amejorar suerte y au– mentar ascensos. Tercera, con el motivo de esta causa, tenida por causa de es– tado, estableció el Jefe por sola su autoridad, patrullas de a 10 vecinos comandadas por algunos ciudadanos de honor y gradua– ciones, incluso los señores Ministros de la Excelemisión (sic) a Audiencia, las que no dejaron de contris tar la ciudad, mucho más al ver por Jefe General de dichos vecinos y de sus comandantes a Don Agustín Antesana cochabambino, que tiene la divisa de Te– niente Coronel, que prescindiendo de la conducta que hubiese ob– servado en su país donde se halló a tiempo de las hos tilidades que éste infirió al ejército de nuestro Soberano, llegó a esta ciudad harán 4 meses, por causa que ignora el Ayuntamiento, mas no ha acreditado su conducta, fidelidad y patriotismo como tanto veci– no que hay aquí así europeo como americano de mayor gradua– ción que él, de relevantes y conocidos servicios, de mérito decidi– do, y de otras recomendables cualidades de que Antesana carece, de modo que la voz vulgar es que éste ha solicitado ésta y otras comisiones por vengarse de los cusqueños so color de fidelidad. aunque algunos de esta corporación aseguran haber sido llamado por el señor Gobernador para las en que ha invertido. Esta sencilla narración, y el contexto de los dos oficios trans– critos, darán a V.E. suficiente idea de las órdenes de este Jefe se– ñor Brigadier Don Martín Concha, distantes, y acaso contrarias a cuantos la política, y las leyes, señaladamente la pragmática de 17 de abril de 1774 prescriben en semejantes casos instruyendo a V.E. la precipitación con que dio y ejecutó sus providencias que a no haberse versado con la gente del Cusco, acaso hubiesen terminado en una catástrofe llena de sangre difícil de remediar, la singular vigilancia con que la providencia divina se esmeraba en librar de la muerte a tanto inocente indefenso. El justo y moderado proce– der del Ayuntamiento con dicho Jefe, y el arrogante que observó éste con aquél aterrándole con la fuerza, usurpándole las atribu– ciones que le concede la inmortal constitución política de nuestra Monarquía, demostrando el espíritu que lo domina, el poco apre– cio, o la abierta oposición que tiene a esta Ley Fundamental de la nación y a las demás leyes del Soberano Congreso. Se puede con verdad asegurar que principió a manifestar esta oposición el Jefe desde el principio mismo de su Gobierno. El ocu– pa los presos destinados a Ja limpieza de calles y policía según le

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