Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

154 MANUEL JESUS APARICIO VEGA víspera de las elecciones parroquiales; esto es, al día sábado seis del pasado febrero en el que a las cinco y media de la mañana, fue sorprendido en mi causa por el Capitán Don Felipe Eulate, quien acompañado de escolta de soldados, tuvo la bondad de con– ducirme' sólo por conocer mi honor y carácter. Fue presentado en la puerta del cuartel donde encontré a Usía . que faltando a todo aun no contestó a mi salutación, sino con ordenar iracundo al Comandante me asegurase adentro Usía . mismo me condujo a un calabozo inmundo, ajeno de mi persona y en cargo de la Cons· titución. La vista de este rigor me hizo pedir al Capitán Eulate, a presencia de Usía. el mandamiento de prisión que de buena fe aún no lo había visto hasta aquel acto, y encontrándolo ilegal, no instando ni en la forma debida según la copia número tres le pedí sentase la diligencia y la firmase conmigo a que Usía. con igual rigor se opuso, expresando: Eso no se hace, mucho se ha he– cho en manifestarle: El mandamiento. De este modo me hizo en– cerrar Usía. sin comunicación y con centinela de vista, después de registrar Usía. mismo el calabozo por paredes, techo y piso, como si yo fuera un facineroso y malhechor . Estos actos que presen– ció el cielo, y los presos que allí se hallaron, estoy cierto de que el honor encumbrado de Usía. no los negará, como tampoco el de haber hecho clavar a la media hora dos balaustres de madera a la ventana de mi calabozo en unas aberturas donde yo no podía caber para escapar ni era capaz de forcejear con ventanas y centinelas un letrado que sólo batalló suavemente toda su vida con los cuader– nos y libros y con las leyes lastimosamente holladas. De igual mo– do, y en la propia hora fue asegurado en otro calabozo mi citado compañero y licenciado Borja . Veintiocho horas pasé en mi pri– sión, registrándose en ellas el alimento mío, y hasta las resultas partes de mis criados que lo llevaban. A las once y media del día de mi prisión, después de confabulado con los señores regentes y Fiscal por toda la p laza pasó al cuartel del señor Ministro don Ma– nuel Vidaurre, comisionado en la media noche por Usía. a to– marme la confesión todo de ceremonia y su Escribano Pedro Joa– quín de Gamarra, y asomando a la prevención pidió con un apa· r ato impositivo una escolta armada con bala en boca a la guar– dia bisoña. De este modo, salí del calabozo al pabellón donde estuvo este seíior rodeado de seis soldados por los ángulos del cuartel. Si Arellano estaba seguro dentro de él con toda una guar– dia en la prevención y sin arma él tratado como reo, porqué este desaire y aparato? El señor Vidaurre les ofreció en el exte– r ior toda la bondad que en el interior no lleva ni habrá quien

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