Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 155 delire creer. Me dijo que no iba a buscar reos sino inocentes, que no era aquel tiempo ni era el señor Berriozabal. Nada de esta in– decorosa entrada me fascinó, ni desprevino. En las preguntas ge– nerales expuse algunos de los rigores e ilegalidad con que se me apresó, empleo edad y estado aunque esto último no se me pregu·· tó y me suplicó el Juez no lo dijese que él enmendaría su pregun– ta. Sobre esto tomé los autos para imponerme como lo exigí con· forme a la Constitución. Ellos pasaban de ochenta fojas, cuya lectura a pesar de sus falsedades y demás notas que pudieran in· culpablemente indignarme, me provocaron en muchas partes a ri– sa. Efecto del testimonio de mi conciencia en la inocencia y posi– tiva virtud mía, que allí se acriminaba. Allí encontré por testigo a un abogado ad horonem doméstico y asistente del señor Vidau– rre, firmador alquilado de escritos ajenos, otro Abogado nuevo, sin carácter ni honor, firmador asimismo y prevaricador en su ofi– cio; ambos perjuros convencidos en autos, de que no fueron for– zados, para suscribir aquellos recursos. Otro aún de alma torcida pariente de aquel Síndico Peralta, algunos otros infelices, débiles y descaracterizados testigos que por error habían desistido sus firmas, pero que no dañaban mi persona. Así en todo la iniquidad mintió contra sí misma. Allí con estos autos cuyo resultado exi– gía premio para mí y para el Licenciado Don Manuel de Borja hallé que se pedía el castigo grave contra los dos por el citado señor Fiscal, que aunque no especifica, la pena ella corresponde al último s11plicio, según el modo y exageración graduando por revol– toso al que entre hombres honrados pidió la Constitución. Cuando el señor Vidaurre se vio con razón y ley, rechazado e impedido pa– ra tomarme la confesión por comisión se fue impaciente de haber– me franqueado los autos a las dos de la tarde, y a las cinco y me– dia de ella misma, constituye Usía, en el cuartel y fui sacado por segunda vez de mi calabozo con igual ultraje. Me di por dichoso, siendo mártir por la ley y justicia. Usía. me tomó la confesión ase– sorado del inexperto y nada práctico, si comerciante, abogado, Es· quinigo. Este ni había visto los autos ni atinaba al examen pres– cindiendo de algunas preguntas a que lo ensayaron tuve que diri– girlo contra mí mismo, hasta que por repetidas veces me supli– case por la recusación que no la quise hacer. Tal fue en todo la posesión de mí mismo. Se me hizo cargo por el elogio que mi pri– mer recurso hace a la Constitución en las palabras que iban seña– ladas en la copia se me hizo cargo de haber interpelado a Usía, se me hizo cargo de haber seducido a los suscriptores como si pu– diese jamás ser seducción la cooperación a una obra buena y posi-

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