Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

'• 156 MANUEL JESUS APARICIO VEGA tiva petición de la Ley con acción en todos y en cada uno para acatar el más sagrado código que ha visto Ja Nación. El hacerlo no sólo yo sino con muchos fue doble virtud; pero aquí se buscaba la red para enmarañarme porque esa misma justa representación tenía mayor dignidad hecha, por varios ciudadanos que un solo in– feliz. Esto es en sustancia lo de aquella parte de la confesión que quedó de mí dada. Los cargos manifiestan la culpa, y cuando ellos son por haber sido Arellano justo. ¿A quién se traslada el crimen? Hablo con decoro por la ley y mi honor ultrajados. En tal estado se levantó la confesión a las diez y media de la noche para continuarla después quedando los autos todos desde la primera hasta la última hoja rubricados por mi cautela, con lo que agraviado el Asesor Esquinigo, para desvanecer sin descon– fianza la aumenta confesándome que los autos ni los manejaba él ni los tenía el Escribano, sino Usía. Estos datos caso el Asesor no están en autos, pero la alta dig– nidad de Usía, es para que con alto honor no los niegue. Esta es la causa, el público a pesar de las reservas con que se formó no la ignoró, continuamente me advertían todos, me cautelase, escanda– lizados con la cosa, muchos de los que me advertían me anuncia– ban mal, muchos no podían creer, sino el objeto de aterrarme pa– ra no pedir Jos testimonios, pero yo reposaba en el seguro testi– monio de mi conciencia y en la notoriedad de mis obras. Al día siguiente siete de febrero día de las Juntas Parroquiales en que por la necesidad que tendría de ocultar tal causa el Juzgado con el silencio perpetuo del inocente contaba yo cierto mi sacrificio y gustaba ya de la futura bienaventuranza allanada en el ejemplo y suplicio del Hombre Dios, entonces a cosa de las d iez del día en Ja Junta de la Matriz congregada en Jos ángulos del Convento de la Merced donde concurrió el vecindario aun de las demás parro– quias el pueblo cierto de todo como he dicho no pudo hacerse el tercero de mi sacrificio en su omisión usó de la dignidad que a l conjunto daba la Constitución para graduar el mérito del ciudada– no. El acusó y pidió a Usía. la asistencia de los reos, yo y el Licen– ciado Borja supo concilar el decoro y subordinación con su digni– dad y celo pidió nuestra libertad para ser allí partícipes del honor si estábamos inocentes o para ser nuestro verdugo si éramos reos de tan graves crímenes, porque Usía. defendiendo contra el clamor expresó que éramos reos contra el Rey, la Patria y la Religión. No puedo callar ni ocultar lo que sé por notorio y no olvida el gene– roso Cusco que no es capaz de abrigar en su fidelísimo seno tales reos como los que Usía. figurnba. Qué cláusula de mis recursos

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