Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUZCO DE 1814 159 tución y del actual digno Ayuntamiento constitucional tan respe– tado, y amado por todos y porque el reo de infinitas infamias, crí– menes don José Agustín Becerra, privado y pariente de Usía. ha coadyuvado con todos los referidos con quienes notoriamente es– tá entronizado, porque ingrato a mis servicios y beneficios quiso le fuese adicto hasta el extremo abandonando la religión del juramen– to en una declaración judicial que se me exigía de resultas de mi perjuicio y falsedad suya, cuya causa se sabe ha apadrinado Usía. y porque tengo descubiertas de la casa de Becerra en unas cartas cu– yos retazos corren e igualmente exhibo bajo el número cuatro. Por esto pues Becerra y porque me opuse en el segundo recurso a la ero– gación de los dos mil pesos, en cuyo tono que se le permitió se le adietó y ayudó como' siempre a este inexpugnable celoso de malda– des procuró vengarse haciéndome integridad de crimen de revolu– ción, logrando para ello la aversión a la constitución de los seño– res ministros y sus devotos para cuyo intento también se le per– mitió en los autos míos, cometer la falsedad de insertar con fe. cha del doce de diciembre último, los bandos para efectuar la cons– titución que en la realidad se publicaron el quince por la interpe– lación de mi recurso del catorce como es público, notorio y docu– mentado, según se verá a su tiempo. Por esta demostración de la conducta de todos los referidos que en su caso a más de lo noto– rio, probaré son todos ellos reos de lesa Constitución y majestad, reos de un atentado y prevaricato indisimulable, son objeto del horror y desconfianza pública los que por su destino deben ser el amor, seguridad y confianza del desgraciado Cusco. No ignoro todo lo que se maquina por la causa y por lo demás sucedido que referiré a fin de trastornar ellos tanto resultado y hacer preva– lecer sus imposturas. Pero el autor de toda sociedad, y de la jus– ticia está declarado por la verdad. Yo espero hablar con Dios y hablo sin miedo a los hombres con la fuerza de verdades notorias, y el derecho de mi propia defensa en una causa que ya está puesta a la faz del mundo. Mientras tal descubrimiento y suceso en la justa dicha parroquial, el resto del pueblo, que era dueño de las puertas de nuestros calabozos sin estrépito, fuerza ni armas nos precisaba a la salida expresando la anuencia de Usía. Yo y mi compañero Borja, sin desmentir nuestra conducta y subordina– ción contuvimos aquel fervor dando la razón de que estábamos por mandamientos del jefe y que por nuestro honor y obediencia saldríamos si no por las puertas franqueados de mandato formal, dos o tres ímpetus indeliberados del pueblo por ,la tardanza de orden de Usía. contuvimos de este modo hasta que se hizo debida-

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