Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

L\ REVOLIJC!ON DEL CIJSCO DE !814 231 crédito en juicio y fuera de él. Y para que conste doy la presen· te en esta ciudad del Cusco en diez y siete días del mes de enero de mil ochocientos catorce. Y en fe de ella la firmo. Mariano Me– léndez Páez. OFICIO. - Por órdenes de este Gobierno y del Excelentísimo Señor Virrey del Reino, vamos a trasladamos a la Capital de Li· ma a disposición del Gobierno Superior. Yo como Alcalde Consti· tucional de Primera Elección del año próximo pasado; el Agente Fiscal Doctor Don Agustín Ampuero; el Primer Síndico del Ilustre Ayuntamiento Doctor Don Rafael Ramírez de Arellano y el Doctor Don Francisco Galdos, Segundo Síndico absuelto. Parece se nos ha imputado el haber ofendido a la salud pública y tranquilidad de esta ciudad, cuando es público y notorio que hemos concurrido a formar, conservar y aumentar esa recomendable tranquilidad, ob– servando en lo particular una arreglada conducta y en el desem· peño de nuestros ministerios públicos la mayor exactitud en obse– quio de la ley, de la justicia y demás resortes del bien y felicidad común. Y conviniéndonos el llevar constancia de esto, suplico a Vuestra Merced por mí y por los demás interesados que a conti· nuación se sirva informar o certificar con la verdad que le es ca– racterística cuanto sepa por razón de su ministerio que le conste de público y notorio. Dios guarde a Vuestra Merced muchos años. Cusco, enero catorce de mil ochocientos catorce. Martín Valer. INFORME. - Señor Doctor Don Pedro Santos, Cura Rector de la Parroquia de Santiago y como residente en la ciudad del Cusco. Certifico que el Alcalde Constitucional de Primera Elección de esta Ciudad en el año próximo pasado Don Martín Valer ha sido tan puntual y celoso ya en mirar por el bien público y en administrar la recta justicia, como también en conciliar disensio· nes que creo que pocos hombres lo imitarán lo observante de nuestras constituciones, y el deseo que ha tenido de que las cosas vayan como previenen las leyes, ha sido sin cotejo su fidelidad y amor a la Patria. Se manifiesta por lo que tiene obrado en su tiempo pues no ha dado motivo a la más leve murmuración o cen· sura. El Doctor Don Agustín Ampuero hombre de probidad y bon· dad, grande al asilo y al amparo de la viuda, huérfano, desvalido, el hombre más amante a la paz y quietud que se ha conocido; que no se ha oído contra él en los Tribunales. Los doctores Don Rafael Arellano y Don Francisco Galdos, de buena fama y cuando una ciudad en toda su libertad los eligió para síndicos procura·

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