Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 239 que cortase la perpetuidad de amsitad tan radicada. Los carac– teres anunciados movieron al pueblo a fijar en él, la vara de Al– calde Constitucional de Primera Elección, no obstante su resi– dencia, en cuyo encargo me aseguran personas fidedignas y de voz unánime se condujo con la mayor rectitud sin discrepar un ápice de las leyes constitucionales. En la colección de soldados contra los insurgentes ha sido el más eficaz, pues a expensas su– yas transportó de todo el partido de su comando y los reunió en esta Capital en número de trescientos, y ahora últimamente por oficio que Je dirigió el señor Mariscal de Campo Don Fran– cisco Picoaga, ha sido el primero que ha aprestado la gente que se le ha exigido con igual eficacia y anhelo. El segundo ha sido de una conducta desde su niñez hasta la ocasión presente nada re– prensible. En el oficio que actualmente obtiene se ha portado con la integridad que previenen las leyes, defendiéndolas y procuran– do su ejecución en especial de las constitucionales y con mayor anhelo cuando se han presentado ocasiones de favorecer a los in– dios. Jamás se le ha observado espíritu alguno de sedición; antes sí por el contrario es público y notorio una propensión casi con– natural a la paz y tranquilidad del pueblo. Los últimos se han mantenido con el carácter de eficaces en su oficio en especial en el de Síndicos en que se han manejado con el mayor heroísmo, procurando con la mayor exactitud el cumplimiento de nuestras Leyes Constitucionales. Por lo que respecta a la tranquilidad y sencillez tan anticuadamente radicadas en esta noble y fiel Ca– pital, sería agraviarla más el presumir siquiera poner un rasgo de defensa para su indemnización, pues sólo los espíritus maledi– centes podrían inferirle delito de revolución a quien innatamente obtiene la virtud de la paz y tranquilidad no sólo en la ocasión presente, sino desde su conquista; de suerte que con presunción amena, puede llamarse Casa de Bendición. Elogio no de un pa– tricio apasionado sino de un europeo agradecido. Y si en estos días críticos no ha levantado un rumor siquiera de pensamiento del alboroto más tenue, a presencia de las imprudentes órdenes de disparar tiros, matar gentes etc., según se ha informado a voz común, que el movimiento de revolución se podrá tener en lo sucesivo, y en especial cuando nuestro Excelentísimo Virrey, con conformidad a su notoria justificación libre las órdenes co– rrespondientes con audiencia de los que tan sumisamente se van a presentar ante sus aras a dar los descargos justificativos de su honor y reasunción de su b,uena reputación? Esperan unánimes todos sus súbditos este tan justo como feliz resultado. Es cuanto

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx