Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
252 MANUEL JESUS APARICIO VEGA dante del Regimiento de Milicias del Partido de Paruro, y a sus semejantes siempre se ha dado y da entera fe y verdadero eré· dito en juicio y fuera de él. Y para que conste, doy la presente en esta ciudad del Cusco, a diez y siete de enero de mil ochocien· tos catorce, y en fe de ello la firmo. Mariano Meléndez Páez. ACTA CAPITULAR. - En Ía Sala Consistorial del Ilustre Ayuntamiento de la Capital del Cusco, en veinte y cinco de se· tiembre de mil ochocientos trece, a las diez de la mañana con– gregados los señores que lo forman, y se hallaron presentes, pre– sididos por el señor Alcalde de Primera Elección a tratar y con· ferir los principales ramos correspondientes al beneficio público y cumplimiento de los deberes de su cargo, resolvieron lo siguien– te. Se leyó nuevamente el recurso del Segundo Señor Síndico en el que pretendía copias certificadas de varios documentos, siendo uno de ellos el de la acta que se mandó se extendiese en veinte y cuatro de abril inmediato pasado, a consecuencia de la solicitud de los dos señores Síndicos relativa al ningún buen desempeño que había observado el público en las obligaciones y deberes de los señores Cabildantes, principalmente de los encargados de la Policía, Salubridad y economía, y que a varios ciudadanos habían oído con bastante mbor hacer tan justas recomendaciones, alegan· do otras muchas expresiones y razones por las que argüían la res· ponsabilidad de sus conciencias y a sus hermanos que los eligie· ron para mirar por su prosperidad interior. Se providenció con la misma fecha se diesen las mencionadas copias certificadas y en vista del recurso del citado veinte y cuatro se extendiese la Acta, exponiendo los motivos porque dejó de hacerse en esa ocasión e inmediatamente dijeron que la imperiosa influencia del Gobierno en los negocios económicos del Ayuntamiento y la directa <lepen· deneia de su autoridad, frustraba el conato y diligencia que po– nían en favor de la felicidad local, pues ni el respeto de la ley, po– día asegurar sus operaciones porque algunos ciudadanos y veci– nos bien avenidos con sus abusos y corruptelas, sentían su pros– cripción mediante los planes provisionales, estados y proyectos que se habían organizado, .y que se acogían a esas autoridades, pro– tecciones que prometían desacreditar sus obras, extinguiendo por el terror el ardiente celo que sin equívoco manifestaron al prin– cipio de servir a la Patria. Que extrañaban la acusación de los dos señores Síndicos cuando ellos mismos eran testigos presen· ciales de los obstáculos y trabas que se les oponían para ejecu· tar sus acuerdos, reduciéndoles a ser unos simples pedidores que
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