Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 253 nada determinaban por sí, sino que en todo obraban por represen· taciones o consultas a los gobernadores, quienes usando de su ar· bitrariedad ejecutaban lo contrario a lo pedido por el Cabildo. Que recordasen que a ellos se les negaba sin causa en el Tribunal en la Real Audiencia la personería para l?romover los asuntos pen– dientes de propios y otros que en conservación del buen orden y subsistencia de la ley se ofrecían. Que recordasen las reales pro– visiones que en la fórmula antigua se habían expedido contra el cabildo en orden al asiento de los paños, llenas de' conminacio– nes y aterradoras del espíritu más fuerte y rectificado qµe ma– nifestaban la resistencia a despojarse de sus injustas, aunque an– tiguas facultades, pues acostumbrados por decirlo así a vivir en el despotismo, y a medir su poderío por su arbitrio y voluntarie· dad, miraban con odio y aversión las Sagradas Leyes funda– mentales de nuestra Constitución, sin considerar que en su pun· tual observancia se hallan cifrados sus más ciertos intereses y su verdadera y legítima autoridad. Que recordasen el mal éxito que han tenido el cargo de los hospitales, no obstante los esfuerzos redoblados que se habían hecho para su reforma y exterminio de los insufribles abusos introducidos por administradores y pre· lados, quienes por perpetuarse en ellos y saciar el fruto de su ambición se prosternaban con bajeza delante de esos ídolos, que a esfuerzos del terreno, pretenden todavía observar los proscri· tos sacrificios de la adulación. Que recordasen los desaires que a vista de ellos habían sufrido algunos miembros de esta corpo– ración por sostener las leyes y hacerlas efectivas en toda su ex– tensión, a fin de que ningún particular y súbdito de ellos osase reprimir sus fuerzas y quitarle su virtud. Que recordasen final– mente las amenazas que resonaban sobre sus oídos contra sus adictos que permitían embelesarse de ellas para asegurarse de los vejámenes e injurias que sufrían hasta el extremo de profe– rirse por un señor Ministro "Que perecería la Constitución y sus secuaces", que si no habían observado que por evitar esos in– minentes riesgos, se retiraron muchos cabildantes y se excusa· ron de asistir a los cabildos, por cuya ausencia se dejó de cele· brar esta acta y hacer otras muchas cosas que se tenían premedi· tadas para el servicio del público que si no le constaba al se· gundo señor Síndico el retiro del primero de esta ciudad, ate· rrado de las asechanzas y conminaciones de esos espíritus fuer– tes que sin cesar maquinaban el modo de atacar su seguridad personal, sólo porque lo veían diligente en el cumplimiento de sus obligaciones; que echase la vista al Ayuntam~ento y por cualquier
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