Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

256 MANUEL JESUS APARICIO VEGA danos, conteniéndose cada uno en sus debidos límites, habién– donos hecho acreedores a la confianza y estimación pública. Y respecto de que a este Ilustre Congreso representativo de esta gran ciudad, corresponde mejor que a ningún otro el darnos esa cons– tancia que deseamos por formal declaratoria de público y notorio como que se halla encargado por la Constitución del Gobierno interior, de la conservación del orden público y de la seguridad de las personas, y bienes de los ciudadanos; ocurrimos a su jus– tificación a fin de que se sirva hacer esta declaratoria en la for– ma más solemne, mandando se nos entregue original. Y por tanto a V. S.M. Ilustre, pedimos y suplicamos se sirva proveer y man– dar como solicitamos en justicia, jurando en forma no proceder de malicia etc. Martín Valer. Doctor Agustín Ampuero.- Doctor Rafael Ramírez ele Arellano. DECRETO. - Sala Consistorial del Cusco, enero 11 de 1814. Téngase por vía de certificación la declaratoria que se solicita en los términos acordados en este Ayuntamiento con citación del Sc:– gundo Síndico y transcríbase en el Acta del día la referida certi– ficación para su constancia. Doctor Corvacho. Marlínez. Huall– pa. Inga. Urbina Secretario. PROVEIMIENTO. - Proveyeron el decreto antecedente los señores que se hallaron presentes, y lo firmaron los de turno men– sual, de que certifico. Urbina. CITACIONES. - En esta propia fecha, hallándose presente el Segundo Señor Síndico quedó impuesto del decreto antecedentt:. y en su virtud suscribe la presente diligencia. Doctor Palacios. Urbina, Secretario . Informe del M.I. Ayuntamiento Constitucional de la ciudad del Cusco. Sería irritar la providencia y desmentir a la verdad, du– dar un punto sobre la incomparable fidelidad, subordinación, ca– rácter y entusiasmo con que ha conservado y conserva esta ciu– dad su tranquilidad interior, y la de las provincias que no han pa– decido el contagio de los disidentes del Río de la Plata. Los par– ticulares acontecimientos organizados en los respectivos procesos, lejos de degradar ni aun al más triste de sus habitantes, publican su constancia y acrisolada conducta, sin que sea necesario reco– rrer los campos donde la sangre de aquéllos ha puesto inexpug– nables barreras que sostienen acaso, y sostendrán el reino. Dios

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