Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 269 Nunca he podido recordar sin emoción vuestro empeño y vues– tro afán por ser libres, los sacrificios que habeis hecho para e[ efecto y el favor y miramiento con que me habeis atendido, redo– blando más y más vuestros esfuerzos después de mis desgracias, deseoso de corresponderos, buscando sólo vuestro bien, que es el único objeto que siempre me ha movido, examinándome a mí mis– mo, y discurriendo que acaso mi ignorancia habría concurrido a los contrastes que habían sufrido las Armas en Vilcapugio y Pam– pas de Ayouma, medité, desprendiéndome de todo amor propio: pedir al Gobierno el Jefe digno que hoy tenemos quedando yo en el Ejército o en el Regimiento Número 1 de mi cargo, o en la clase de último soldado. Un General desgraciado rara vez es oído, porque las opera– ciones militares se juzgan por los resultados; pero, felizmente, mis súplicas fueron atendidas, y he tenido la complacencia de que me haya sucedido en el mando el benemérito señor Don José de San Martín, Coronel del Regimiento de Granaderos a Caballo, cuya probidad, conocimientos, valor y demás circunstancias son cono– cidas en Europa, no menos que entre nosotros. Creedlo, os lo digo yo, llena sus deberes de General en Jefe, y los llenará con otro acierto que los que hemos sido Generales sin más que por haber– nos dado este título. Me glorío de estar a sus órdenes, y estoy cier– to de que os habeis de gloriar conmigo, luego que le veais derro– tando al tirano, y despedazando las cadenas que os agobian. Oid, pues, sus órdenes, cumplidlas y ejecutadlas con la segu– ridad de que cantareis la victoria, y de que os vereis libres de la opresión, disfrutando los bienes de una Nación independiente cual la fonnais. Uníos y conservad vuestra firmeza y constancia a prue– ba, para que no seais el ludibrio de vuestros enemigos, y no ten– gais que estar manteniendo con vuestro sudor y vuestra sangre a los mismos que os subyugan, y quieren conservaros en la horro– rosa esclavitud en que os han tenido, desde que acabaron con tan– ta atrocidad a vuestros padres, y se apoderaron de nuestro suelo. No os olvideis de pedir al Todopoderoso por el acierto de tan digno Jefe, poniendo por intercesora a nuestra Generala María Santísima de Mercedes. He depositado en sus manos la Bandera del Ejército que en medio de tantos peligros he conservado, y no· dudeis que la tremolará sobre las más altas cumbres de los Andes, sacandoos de entre las garras de la tiranía, y dando días de gloria Y de paz a la amada Patria.- Tucumán, 25 de febrero de 1814.– Manuel Belgrano.- Buenos Aires: Imprenta de Niños Expósitos. *
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