Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

294 MANUEL JESUS APARICIO VEGA las declaraciones, cargos y confrontaciones contra el Escribano José Agustín Chacón y Becerra, por el criminal delito de haber cooperado en la escandalosa sublevación que acaeció en esta Ca– pital Ja noche del tres de agosto del año próximo pasado; halló de ser esencial necesidad fundado con la debida extensión mi dictamen para manifestar el mérito que resulta del proceso. Ante todas cosas, se hace forzoso presuponer que el expre– sado reo, es un hombre envejecido en la complicada versación de este género de causas: sumamente práctico en el camino de las intrigas, y sutilezas de que ordinariamente se valen los jueces Abogados y Escribanos malos, para torcer Ja petición, embrollar los negocios, y hacer que los delitos más conocidos queden impu– nes, y tal vez el inocente castigado: Ojalá que este preámbulo fue– se sólo una exageración. Pero Ja experiencia comprueba su reali– dad de una manera indudable. Sentado este principio, veáse ahora cómo el Escribano Be– ceira, desde el primer paso de este proceso, afianza su defensa en negarlo todo, persuadido de que semejante efugio forma obs– táculo en los Juzgados Militares, del mismo modo que en los or– dinarios, porque ha ignorado que aquéllos no observan los ápi– ces del derecho, y cuya forma consiste en reglas más sencillas, y acaso más seguras. Véase su conducta tan señalada en este ve– cindario, en el cual, si antes de la insurrección se atraía las exa– geraciones, después de ésta no hay viviente que escuche aun su nombre sin el mayor odio y aborrecimiento. Tal ha sido su genial malignidad y carácter díscolo; de forma que si en la revolución del Cusco falta Becerra, jamás se hubiera verificado ésta. Es preciso pues, a que se convenga en que ella tomó origen de los conciliábulos secretos, porque no es factible que una em– presa de ·tanto bulto se realizase de un momento al otro, sin an– terior premeditación, convenida, consta del proceso que crecieron juntas; y como éstas se ejecutaron con precaución y suma cautela apenas llegaron a translucirla algunos individuos de que ellas se hacían en la casa del Presbítero Muñecas, en la Quinta de la Zarzuela, en la habitación del Escribano Becerra, y en la que ocu– paba el abogado Ferrandiz. Realizóse el plan y he aquí que Becerra comienza a obrar descubiertamente como uno de los principales promovedores, pues que en el Cabildo abierto del siete del mismo agosto representó ya un papel de mucha prepotencia, circunspección y erguidez. Sus expresiones fueron sólo insultos y protestas de abusos pasa– dos como que daba a entender que la reforma de todo <lepen-

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