Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

296 MANUEL JESUS APARICIO VEGA por todos medios ahogando cualquiera chispa capaz de producir el fuego de la fidelidad al Soberano, opuesto al sistema que ha– bía atrasado y finalmente sólo en Becerra halló el mencionado empl~o y Ja extensión de sus atributos y la aptitud que ... Esta misma elección y prodigalidad con que fueron atendidos sus hijos, establece la incontestable verdad de que no pudo mere– cer tan franca protección sin anticipados grandes servicios, y la esperanza de que los continuaría en utilidad de los que se la dis– pensaban. En efecto, los contrajo de todas maneras; porque si se le busca por el aspecto de seductor, lo fue tan insigne, que tuvo la temeridad de atacar aquella sólida, e invulnerable firmeza del finado señor Picoaga; que es hasta donde tiene lugar la pondera– ción de su ardoroso empeño. Míresele por el de principal motor de la insurrección, e inherentes autos criminales que de ella na– cieron: y le hallarán señalado con indelebles caracteres. Y reli– gioso, cual ninguno, pues que a nada menor aspiraba que a obscu– recer la luz del Evagelio, porque considerándola innecesaria pa– ra el estado de reversión a que se dirigían todos ellos, les pare– cía como una cosa incómoda, y poco compatible con sus repro– badas miras. Verdaderamente son estos hechos de una condición muy cri– minal; pero todavía añade el proceso otros que conmueven la sensibilidad más fría. Este monstruo manifestaba en su exterior y palabras de condolerse de la triste situación de los señores, a quienes tenían sepultados en unas mazmorras se fingía princi– palmente protestar del mencionado señor Picoaga, y aparentaba hacer muchos buenos oficios por él; y por otro lado, bajo de cuerda, concitaba el odio y rencor en contra suya, y de sus no– bles compañeros, hasta que desaparecieron las dos ilustres vícti– mas de la lealtad Picoaga y Moscoso: pero de un modo el más atroz e inhumano. Este monstruo vuelvo a decir, cada vez que los génerps ... , los ruegos, las humillaciones y los esforzados em– peños lograban la condecendencia de Angulo a la soltura de aque– llos infortunados; se oponía secretamente a Ja determinación, ase– gurando que la voluntad del pueblo era contraria a ella, y para dar un carácter de verosimilitud a esta falsedad, figuraba unos pe– queños grupos en las calles compuestos de sus mismos hijos, cu– ya farsa reproducía siempre que se trataba del asunto; hasta que últimamente llevaron al estado, dé unos hombres que le habían -sido tan útiles en sus mayores angustias. Aquí es donde el reo Bece~ra y sus Defensores quieren inferir

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