Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
306 MANUEL JESUS APARICIO VEGA en las deliberaciones de un Ayuntamiento. Yo era eri el del Cusco instalado en 1813, el último en asiento y en edad; por razón de ésta, pocos de sus individuos podían dejar de ser mis padres, y algunos aun mis abuelos. Ante sus comodidades no pasaba la mía de la más moderada subsistencia. Todo se ejecutaba en público, y en consorcio de tres españoles de la Península no menos infla– mados que los de ultramar por la felicidad del pueblo que re– presentaba; yo era a pesar del instituto de Síndico Procurador no sólo obligado sino agriamente reconvenido por la expedi– ción de varios asuntos que recelaba tocar al ver que por ellos po– día realizarse conmigo, y con el Ayuntamiento la predicción he– cha en el mismo Congreso Nacional de los formidables contras· tes que habían de experimentar la Constitución Española y sus adictos.- El resto del Informe es un artefacto que por sí mismo indica, que no emanó sino (aunque me es doloroso decir) de un im· placable odio concebido contra mí por diferencias que como a funcionario público o persona probada qie fueron inevitables, y del calor con que se propuso realizar su objeto principal, y menos principal el reservado informe que me acusa de pretensiones, de ideas, de inventos y de fines no míos, sino de los señores que los manifiestan por escrito. Todas son ideas de ideas, ideas de ideas tan internas, que no se pueden descubrir sin temeridad, ni inves– tigarlas sin defraudar uno de los principales atributos que se reser· vó de escudriñar el abismo del corazón humano el solo que lo for– mó, e ideas de ideas tan intelectuales que nuestra Legislación lejos de colocarlas en el rango de delitos, desconoce hasta el nombre de este crimen, ni le ha proporcionado pena, porque de su casti· go, ni reportaría la sociedad, la menor sombra de algunos de los fines con que se han establecido los escarmientos e introduciría una invención aún más terrible que la del simple conato contra la religiosidad y dulzura con que ha afianzado la libertad civil de los españoles nuestra inmortal Constitución Política. Penetra· do V. E. de su verdadero espíritu se sirvió con magnánima reso– lución sacar al público el informe reservado para que conociéra· mos el peligro de que la paternal benevolencia de V. E. me liber· taba llamándome a esta Capital y haciéndome partícipe del bie· nestar que en expresión del señor Fiscal proporcionaba a Valer y a Arnpuero su comparendo. Sin duda ha sido V. E. la mano por la que me ha protegido la inescrutable providencia que en los mismos trabajos nos dispensa beneficios, retrayéndonos de males verdaderos, y el medio por el que se ha dignado manifestar a to– dos, un informe reservado que en su fondo es una acusación ile-
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