Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
328 MANUEL JESUS APARICIO VEGA la vista por las provincias vecinas; y después de tan costosos sa– crificios por sus imaginadas mejoras, preguntad: ¿Cuáles han sido los frutos de su obstinada resistencia? Triunfos efímeros, promesas ilusorias, esperanzas vanas. Sólo hallareis de cierto en todas partes inriloralidad, disolución, desórdenes . Estos son pues los preciosos bienes que hoy va a producir si es que por desgra– cia no los ha producido ya, ese miserable puñado de tumultua– rios. No; vuestro antiguo Pastor, cuyos vínculos públicos en aquella iglesia rompió su nueva contracción con esta sagrada es– posa; pero cuya caridad y ternura hacia vosotros, ninguna edad, ni la mayor distancia podrán relajar. Vuestro Pastor, digo, que se gloria de haber conocido sus apacibles ovejas, en cada uno de sus pueblos, no ha sospechado jamás que olvidada a su sana doc– trina, os hayais precipitado gustosos al venenoso pasto de este nuevo sistema. Pero sí recela que sorprendida vuestra sinceridad por los ilusos, y asociándoos incautamente a sus manadas, tenién– dolas por de corderos inocentes, descubrais ya tarde su carácter de lobos; y os hagais, cuando no haya remedio, tristes víctimas de su rapacidad. No permita el Dios e.le las misericordias tan de– sastroso acontecimiento, que amargando mis últimos días, me ha– ría descender al sepulcro bañado de un llanto inconsolable. Mas si acaso por ejercicio de la fe, y purificación de sus escogidos, el cielo decretase tal desgracia, abjurad al momento, hijos queridos, vuestro engaño, y alejad de vosotros por medio de una conducta fiel, honrada c inocente aquel terrible azote anunciado, a los pue– blos criminales por Jeremías, cuando el señor dijo por su boca, que hombres engañadores los dominarían. Ilusores dominabuntur eis. Y ¿cómo en el caso de esta retractación honrosa que cubri– ría de eterna gloria vuestro nombre, había de permitir el piado– so y esclarecido jefe pro.tector de nuestra seguridad, que sus res– petables armas, tan temidas hasta aquí por las facciones sedicio– sas, llevasen al seno de la ilustre y fiel capital de los Incas esos horrores militares, digno castigo de aquellos pueblos infames que sólo por un principio de injusticia se obstinan en el crimen? Es– tas, y no otras, creedme mis amados cusqueños, son las nobles y religiosas providencias de este sabio gobierno, cuya justa in– dignación, si es que lo viese empeñado en la venganza, me atreve– ría yo a desarmar, no lo dudeis, dirigiéndole mis eficaces ruegos envueltos en las lágrimas de mi paternal ternura hacia vosotros, a fin de mereceros su generosa clemencia, y con ella un olvido eter– no de vuestros inculpables desvíos . Entre tanto, son vuestras p re– sentes necesidades materia continua de mis ardientes votos para
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx