Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
332 MANUEL JESUS APARICIO VEGA seducciones., he formalizado asimismo el acuartelamiento de ciento y poco inás vecinos voluntarios de los de mejor opinión en escua– dras de a veinte y cinco al Comando del Coronel Don Jorge de Ballivián, y extendido mis cuidados a los Partidos del distrito con oportunas órdenes a sus subdelegados. En este estado recibí la tarde 28 de este mismo, carta y ofi– cio del día anterior que acompañando de otros papeles me dirigió Don Joaquín Revuelta Comandante del Desaguadero. El tenor de todo fue substancialmente reducido a comunicar– me haberse hecho ilusorio un Consejo de Guerra celebrado en Puno con intervención suya el 16 del corriente. Considerar per– didas las armas que en su virtud había despachado a aquella ciu– dad; hallarse revuelta con solos setenta fusiles y el obstáculo en custodia de ciento catorce prisioneros de guerra. No contar en el Partido con el Subdelegado, Alcaldes Constitucionales, ni otro hombre por el retiro de todos. Hallarse Puno para ceder a la fuerza de los revolucionarios que habiendo salido del Cusco en el número de doscientos ya habían tocado al distrito de Puno, in– crementados hasta el de quinientos. Que el propio Puno se con– movió la noche 24 de este mismo pidiendo la cabeza del Coman– dante García, y su Ayuntamiento pudo sofocar la revolución, y que el señor Gobernador encargando a Revuelta el celo y vigilancia sobre el Desaguadero estaba dispuesto a retirarse para Arequipa. Concluyen los papeles con solicitarse fuerza que en aquel te– rritorio del Desaguadero término divisorio de esta Provincia y de ,á de Puno, y cantón respectivo a esta parte de mi mando, ponga yo la posible para el caso de la invasión enemiga. En el acto a fin de consultar el mejor acierto, formé Consejo de Guerra con los Coroneles existentes en la ciudad, siendo su igual resultado en mérito de todos los papeles, providencias polí– ticas y milit~res de mi parte tomadas desde la primera noticia de la conmoción del Cusco, como examen del corto estado de pie Y fuerza de la Guarnición y de sus pertrechos, no poderse auxiliar al Desaguadero, sin comprometer mis deberes hacia la seguridad pública, ni exponer la provincia de mi cargo a un total e inme– diato trastorno y fatales consecuencias. Así contesté a Revuelta, y haciendo pasar todos los citados papeles originales al señor General Don Joaquín de la Pezuela en la propia tarde, como él mismo me lo encarga, me hallo única– mente vigilando en cuanto me permiten las circunstancias, la bue– na conservación; y hasta la igual tarde de la fecha tampoco he
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