Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
338 MANUEL JESUS APARICIO VEGA el momento que lo habéis colocado en la tribuna concejil donde sólo debe tejerse vuestra felicidad, se ha entregado a la seria me– ditación de vuestros intereses, del bien que os conviene y del mal de que debe alejaros. Está muy distante de poderse equivocar en sus conceptos, y de no contar con vuestra uniforme deferencia. Habeis de saber que ha llegado la brillante circunstancia de que el nombre arequipeño se eleve sobre la admiración de los pue– blos. No habiendo jamás desamparado la senda de la felicidad, de la honradez y de la consecuencia a sus principios, a sus deberes y a sus juramentos, se os presenta la mejor proporción de borrar las manchas con que la malicia algunas veces ha pretendido tildar vuestros leales sentimientos. Al mismo tiempo que acabamos de recibir las plausibles no– ticias de la Península nuestra Madre, hemos recibido también la amarga copa de las alteraciones que afligen a las provincias del Cusco y ahora, recientemente, de provincias más circunvecinas. Poco a poco parece que todas o las más se han contaminado con el funesto empeño de la disidencia, sistema que arrastrando tras sí las calamidades, los llantos y la ruina de las familias, ha hecho rebosar en el mundo los desengaños. Bien habeis observado que una larga serie de acontecimientos, ha presentado a nuestros ojos la lastimosa historia de quedar los pueblos en escombros, y los hombres en esqueletos; los mejores vecinos, unos fugitivos en los yermos sin domicilio, ni apoyo, y otros domando las cadenas en los calabozos. Para hacer pues en todas partes gloriosa nuestra reputación y evadirnos de males tan evidentes, no se necesita más que res– petar el orden interior de nuestra Provincia y conservar intactas nuestras autoridades. En suma el mayor sacrificio que os pide el' Ayuntamiento, es vuestra propia tranquilidad, y que no os dejeis alucinar con un ejemplo que no es más que la tumba fúnebre donde se sumergen los vivos y zozobran los bienes. Pisando las sugestio– nes, volad arequipeños a la obediencia y al resguardo de vuestra provincia, entre tanto que vuestros desvelados represc:;ntantes van formando la carta con que podeis presentaros al Universo, vivos, ilesos y sin la menor nota. Sala Capitular de Arequipa, agosto trein– ta de mil ochocientos catorce.- Marqués de Villa Hermosa.– Buenaventura Berenguel.- Tomás Ophelan.- Francisco Javier Arismendi.- Doctor José Fernández Dávila.- Dr. Manuel Cayeta– no de Loyo.- Pedro de Murga.- Melchor de Vinatea.- Secretario. Es copia y lo certifico.- Melchor de Vinatea, Secretario.
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