Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

358 MANUEL msus APARICIO VEGA su ambición. Estas son verdades Excelentísimo Señor, que no so– lamente serán apoyadas por los pícaros de mala vida y costum– bres, a quienes se dice supo tener a raya el marqués de Valde-Ho– yos, sino también por los hombres de bien, por los mismos euro– peos a quienes sacrificó en la ciudad de La Paz el día 28 de setiem– bre último. Este grande malvado, que vio frustrados sus atroces designios de envenenar la tropa que se había posesionado del De– saguadero por consultar la seguridad de esta provincia, tuvo la perfidia de no avisar al comandante militar que tomó la plaza a discreción, ni a los demás prisioneros de guerra que había compro– metido con la más obstinada y sangrienta resistencia de todas las minas que tenía preparadas; solamente fue capaz de la flaqueza de denunciar la que estaba bajo de sus pies, mas no la que tenía en el cuartel principal, donde se hallaban todos los pobres europeos que habían sido indultados. El mismo Valde-Hoyos, estaba com– prendido en esta gracia, siendo así que sólo él había sido autor de la guerra, que habían pedido su cabeza todos los vecinos, y que había sido librado por las plegarias del capellán, y por la generosi– dad del Comandante. Puesto en salvo con la excavación de la mina que había puesto en la misma casa de gobierno en que habitaba, y donde nunca creyó que se le hiciese el honor de custodiarlo; se per– suadió estar ya fuera de todo riesgo, y que podía proporcionarse una evasión, aunque fuese a costa de los mayores crímenes. En efec– to, cometió el más execrable que puede imaginarse en el más des– piadado corazón. Después de cuatro días de prisión, admirando la bondad de los oficiales, que cuanto eran intrépidos en la guerra, eran benignos fuera de ella, y abusando de la franqueza con que se le trataba, so– bornó a otro malvado como él, para que pegase la mecha de otra mina secreta que tenía bajo del cuartel principal en el cual esta– ban más de ochenta europeos prisioneros de guerra, y que debían ponerse en libertad el horroroso día del 28 de Setiembre próxi– mo pasado. ¡Día funesto! ¡día horrible! cuya memoria hará ge· mir a las edades futuras, que ha hecho verter tantas lágrimas a la presente, y que durará en la memoria de los hombres como uno de sus más horrorosos cuadros. La historia, testigo fiel de los tiem· pos, escribirá con espanto la conducta del marqués de Valde-Ho· yos, y será muy sensible que repita que hizo alguna vez V. E. su apología . Las medidas de Valde-Hoyos, se desconcertaron en el tiempo y en los resultados. La explosión sobrevino de día, y cuando se es· taba celebrando la misa solemne de gracias, después de la cual

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