Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
,. '• 360 MANUEL JESUS APARICIO VEGA ció.n, y las que suceden para poner término a Ja guerra? Millares de víctimas se han sacrificado en los cinco años que V. E. ha dejado correr la fatal plaga de la guerra en el virreinato de Bue– nos Aires. Esta capital se halla ahora con fuerzas navales y terrestres insuperables. La toma de Montevideo ha sido la última ruina del Perú . Dentro de breve V.E. mismo y esa capital verán al enemi– go con una escuadra y gente de desembarco que traerá la guerra sobre el propio territorio, y que hará experimentar todas sus cala– midades a los generosos habitantes de esa costa; porque no es posible que la intrépida política del gabinete de Buenos Aires re– pose con la conquista que ha hecho. Con ella está inexpugnable– mente asegurada en su capital y provincias inmediatas; tiene tro– pas, buque, marinos y su gobierno es enteramente militar y ¿cree– remos que se mantengan en una inercia tan contraria a sus prin– cipios y recursos? Aquí es donde debe V. E. manifestar toda su rectitud y política; de Jo contrario, aunque V. E. sojuzgue con sus armas esta provincia, me borre con otros millares de la lista de los vivos, y haga llover sobre estos pueblos desolados rayos y tempestades, no conservará V. E . el Perú, será responsable de su pérdida a la nación y al rey, y solamente aumentaría las desdichas de los tristee americanos. Este es el indulto que pido a V.E. y no el que me ofrece, que no cura los males de mi patria. Mis días como los de V. E. han de tocar naturalmente el término, después del cual solamente quedará entre los hombres la memoria del bien o el mal que se les hubiese hecho, y en el libro del Eterno las obras de caridad practicadas en su nombre. Inmediatamente que a lo menos V.E. ponga término a la guerra por una tregua, o por unos armisticios, entretanto las cor– tes soberanas sancionen la paz, y declaren, o que las provincias del Río de La Plata no son parte de la monarquía española, o que estimulen con ellas Jos pactos que fuesen convenientes; entonces garantizando V.E. suficientemente el olvido de Jo pasado en es– ta provincia y las otras, entregaré el mando a la persona que tiene indicada V. E. en su citado oficio de 2 de setiembre; entonces se pondrá en libertad a los magistrados y europeos que se hallan de– tenidos; y entonces conocerá V. E. que se evitan males sin número. Aplaudirá a V. E. toda la nación y no se dirá que por una política inflexible ha perdido V. E. a toda Ja América meridional. Así pues espero que V. E. tenga la bondad de contestarme con aquella franqueza propia de su alta dignidad, porque en este su· puesto tengo comunicadas órdenes a mis comandantes militares
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