Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
LA REVOLUC!ON DEL CUSCO DE 1814 401 En virtud de esta providencia, procedió el Auditor de guerra a formarle el correspondiente sumario con cuatro testigos, de los cuales los tres que le conocían depusieron haberle visto servir de Capellán °de las tropas (f. 19v.) insurgentes del mando de Pu– macahua y Angulo y que se presumían haberse hallado en la ac– ción de la Paseana de Cangallo, ejerciendo el mismo Ministerio; dos de ellos aseguraron igualmente que antes de aquella revolu– ción estuvo preso en el Cuartel de la Compañía del Cusco con José y Vicente Angulo, Gabriel Béjar, Mendoza el Porteño y otros revolucionarios que formaron la del 2 de agosto, añadiendo el uno que puesto en libertad y sobreviniendo a pocos días esta re– volución vio que volvió a juntarse con otros revolucionarios que habían salido ya del cuartel y aunque otro de los testigos expresa también que en el pueblo de Cabanillas a presencia de los oficiales y otros muchos que se hallaban presentes en el patio de la casa de Angulo y Pumacahua, exhortó a todos en general el referido Feijoo para que siguiesen el partido de los insurgentes, y procu– rasen servir en el ejército, y que cuando salió la guarnición que dejaron los insurgentes en Arequipa, estaba el referido Feijoo a caballo dando órdenes a los soldados para la conducción y reti– rada de los pertrechos y armamentos que habían dejado en el cuar– tel de las flores, se retractó después al tiempo de su ratificación en el término de prueba. En él y, consiguientemente, a los descargos que manifestó en su confesión el citado Feijoo, intentó probar lo contrario de lo que resultaba del sumario, y con especialidad que su ida a Arequipa (f. 20) con el ejército de los insurgentes en clase de capellán, había sido violenta y por sólo obedecer a su prelado el R. Obispo y beneficiosa, pues con ella había impedido la ejecución de los siniestros pensamientos de los caudillos, inclinándolos a la humanidad, y predicando a la tropa sobre esto mismo, sin que a nadie hubiese seducido ni hecho mal; que en la acción de Can– gallo, se había quedado en el pueblo, rogando a Dios, porque se evitase la efusión de sangre, y favoreciese la justa causa, y que cuando salieron de Arequipa Angulo y Pumacahua, se quedó en la ciudad aunque quisieron llevarlo por fuerza, habiéndose aco– gido (sic.) para evitarlo al Coronel don Francisco Gonzales. Pero de la prueba que presentó compuesta de tres testigos Mi resultado que sólo el primero asegura de cierta ciencia que se quedó en Arequipa por no querer seguir a los caudillos de los insurgentes; el segundo, que fue libertado por Feijoo de la muer– te que éstos querían darle, y el tercero, que habiendo sido hecho
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