Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

26 MANUEL JESUS APARiqO VEGA en un solo fuero, para que se dé a cada uno lo que es suyo, y para que el necesitado ocurra, sin 'que arredreli los fueros del grande, ni preocupen las afectaciones del misera1'le. No parecerá el ino· cente a manos de una oculta intriga o proceso sin Ley. El crimi– n al, con decoro y presteza sentirá el rigor c;le la pena, sin los cap– ciosos arbitrios que reagravan su aflicción. Todo empleo bien ejer– cido está seguro de los asaltos de la ambición y venganza. El sublime y más palpable ejercicio de Ja soberanía que se no!> comunica de las cortes como de fuente perpetua, admiramos en nuestros congresos, elecciones y cabildos. Abolidos los cargos perpetuos que debían su origen a una pública subasta, a cuyas tra– bas estábamos sujetos los hijos de precio inestimable, nosotros mismos elegimos nuestros padres, formamos nuestros ayuntamien– tos y atribuimos la j urisdiccjón a los que han de juzgar. He aquí restituida la libertad. Estamos elevados a Ja clase de ciudadanos iguales en nuestros derechos con aquellos poderosos y nobles que poseían exclusivamente los caracterizados ministerios de la sociedad. No hay otro modo de conseguir estos fines, y hacer estas elec– ciones que el censo, padrón o lista de todos los individuos, que componen nuestro público. ¡Qué regalía y satisfacción!. Todo vi– viente, hasta los más tiernos retoños que en brazos de la partu– rienta madre recién habitan la tierra, tienen parte en el voto y formaciói;i de estos consejos, pues del número que componen se computan sus electores y electos . Este solo objeto forma los padrones que vemos, este fin nos pone en el libro de la Nación, con lo que ya salimos de ese estado equívoco con el de los salva– jes en que yacíamos sin número, orden ni destino. ¡Qué renun– ciará los supremos bienes a que todo esto se dirige! Aq•.iel humilde artesano que en su taller y aquel retirado la– brador que en sus faenas primero escurrían el sudor que lograban el pan, disimulando l.ina alma grande, y poseyendo en la virtud el verdadero honor y nobleza, serán mañana justamente según los votos colocados en el primer lugar que lo darán sus hermanos. Po– seídos de sencillos sentimientos obrarán según la confianza del pueblo y desempeñarán los grandes objetivos a que los destina la Constitución. Elevad pues vuestros pensamientos a la altura misma de su origen. Sepamos ya gustar de los delicados frutos de una verdadera sociedad . La policía de salubridad y comodidad, el · decoro, la enseñanza pública, los abastos, la industria, 1a agricul~ura, el co– mercio, los establecimientos de beneficencia, y todo lo que al b ien común interesa, está encargado a ese ilustre cuerpo que hemos de

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