Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 4~7 prescripc1on y menos cuando han posesionado del reino y jura– dó la obediencia al Monarca o reinante con los mismos derechos y en la misma forma que a sus antecesores, y esto en unas Cortes no formadas con arreglo a las leyes primordiales de la nación, sin ser presididas por el Monarca, ni por el cuerpo que le representa, y aun sin avales, sin que hayan intervenido en ella los cuerpos que según Ley deben intervenir, compuestas de Diputados que ca– recen de poderes legítimos, o suficientes para el efecto y con los demás vicios que inducen nulidad, y que hemos explicado desde el principio con extensión . Bien conoce el Monarca que ha habido abusos en el gobierno y que se han exaedido de sus límites algunos de sus antecesores; reprueba estos abusos, los detesta y abomina mas conoce al mismo tiempo, como lo debemos conocer todos que no hay regla– mentos algunos que sean suficientes para precaverlos absoluta– mente, pues sería menester para esto despojar a los hombres de sus pasiones, .lo que sólo está en la mano de Dios; pues al que t iene en su mano la fuerza y a quien ésta se le ha dado aun por Ja misma Constitución, si quiere abusar de ella, ¿quién podrá contenerle sino el mismo Dios, que con su gracia omnipotente rara inclinar Jos corazones a donde quiere, puede refrenarle e inclinarle siempre a obrar lo justo presentándoselo eficazmente como agradable? Y por esta razón imbuidos en este mismo cono– cimiento vemos que cuando se llega a depravar el corazón de un Rey no hay otro remedio que clamar al Señor en cuya mano está el corazón de los Reyes, y pedirle fervorosamente que le haga conocer sus yerros para enmendarlos, y abominarlos que cree en él como pedia David, un corazón limpio y' puro que renueve en sus entrañas un espíritu recto que no le desampare, ni le arroje de su presencia que no separe de él su santo y digno espíritu, que le fortifique y le afirme en el buen pensar, en el buen sentir y en el buen obrar con el espíritu principal, con el espíritu de fuer– za y de virtud. Este es, amados hijos nuestros, el recurso que tenemos y no debemos tomar otro cuando se desordena el corazón de un Rey, mas no el negarle la obediencia en lo que no se oponga a la Ley del Señor, y menos el contrarrestarle, y tomar armas en contra de aquel en quien Dios ha depositado su autoridad, permitiendo muchas veces el Señor que llegue a depravarse para castigar de este modo los crímenes de nación, como el mismo Dios lo dice a su pueblo en la Sagrada Escritura cuando le amenaza con

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