Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

440 MANUEL JESUS APARICIO VEGA aquel que reinaba en ella legítimamente en lugar y en el nombre de Dios, formó su Constitución y compelió al Rey a que se some– tiese a ella. El lo rehusó y la Francia lo declaró reo de estado, lo condenó a muerte, y se atrevió a ensangrentar sus manos en el ungido del Señor atentado horrible que ha atraído sobre ella los canstigos más horrorosos enviados sin duda por la Providen– cia de aquel que reina en los cielos y sobre la tierra. Qué desastre no ha sufrido la Francia a consecuencia de Ja perpetración de delito tan enorme. Trata de formar una Repú– blica, y como todos tenían un mismo derecho para mandar se forman varios partidos opuestos los que ahora prevalece el uno ahora el otro, y todo en desorden y confusión. ¡Ah y cuántas emigraciones no se vieron, cuántos asesinatos, cuántos horrores! Forjan al fin su República los franceses, mas conocen luego que unos dominios tan vastos, y tan populosos no pueden ser bien go– bernados por muchos que convencen que hubiere un monarca y nombrar por emperador a Napoleón. ¿Y qué sucedió? Diez tiranos consecutivos no hubieran hecho a la Francia tantos daños como los que de él recibió en poco tiempo. Se que– jaban los franceses de las contribuciones pecuniarias que sufrían bajo el reinado de Luis XVI. Mas es preciso que fuesen mayores h.!> que sufriesen bajo de Napoleón para sostener tan grandes ejércitos como tenía siempre en lid para satisfacer a su ambición; y Jo más es que no sólo tenían sobre sí contribuciones de dinero, sino de hombres, y de sangre humana más estimable que todos los tesoros. Una contribución de ochenta mil combatientes llama– da conscripción, tenía que hacerle la Francia en cada un año, y como éstos no le bastaban para sus inicuos y vastos proyectos pedía conscripciones adelantadas, y creemos que al tiempo de su caída tenía cinco años adelantados que quiere decir cuatrocientos mil hombres, ¡ah y con cuánto más dolor que el dinero no darían los padres y madres a sus hijos pedazos de sus entrañas, para que fuesen al matadero! Y a l cabo de todas estas desgracias su– fridas por haber querido mudar de gobierno ¿en qué ha venido a parar la Francia? En que destronado Napoleón por las pode– rosas naciones que le han combatido reunidas al cabo ha admitido por su Rey a Luis XVIII de la casa de Borbones, a quien por derecho hereditario le corresponde la Corona de Francia, según el orden de la Divina Providencia y han vuelto al mismo estado en que se hallaban antes de su ruidosa revolución. Abrid pues los ojos amados hijos, al b rillo de tal espectáculo; no Jos apartéis de él y considerad cuántas desgracias vendrían

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