Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

30 MANUEL JESUS APARI CIO VEGA Posesionado el muy ilustre Jefe de esta boleta, ordenó se ex– pidiese la orden al oficial de guardia del cuartel para poner en li– bertad a ambos presos: doctor don Rafael Arellano, y doctor don Manuel Borja, quienes se presentaron ante la junta con aquella veneración y respeto debido al muy ilustre señor Presidente y al Congreso, y, aunque uno de ellos principió a manifestar la injus– ticia con que aseguró estar revestida su causa, fue interrumpido por el teniente asesor, y otros a mérito de que no era tiempo ni lugar para semejante acto. El pueblo suplicó se ministrase a am– bos documentos de habilitación para las presentes elecciones y se extendieron dos por mandato del señor Presidente, que después de leerlos se publicaron de su consentimiento. Los puestos en liber– tad le dieron las más expresivas gracias, elogiando su dignación, su fidelidad a nuestro Soberano, su amor depurado a la patria y a la justicia: lo mismo que practicaron todos explicándose en particular con mucha energía algunos ciudadanos de honor·, gra– duación y alta distinción, inculcando no se fiase de asesores se– cretos y ocultos que lo dirigiesen sin miedo de la responsabilidad. El señor Presidente quedó muy complacido de la docilidad con que al momento se aquietaron todos, y de las expresiones tan de– corosas, y amorosas que le dirigían. Amonestó por la tranquili– dad y quietud, significó el júbilo que tenía de ver libres a ambos presos, y de que el pueblo pidiese por ellos, y consiguió con este rasgo de sagacidad, afianzar más la paz inalterable que se ad– vertía ya en el concurso . En este estado continuó el muy ilustre Señor Presidente a dictar los votos que aún faltaban, y le siguieron todos los que podían tener voto, expresándolos en secreto los unos y los otros en voz alta a los escrutadores y secretario, que asentábanlos a su vista sus sufragios, que los más se dieron por cédulas que nos entregaron con firmas o sin ellas, y los reducimos a presencia del muy ilustre señor Presidente en el papel destinado a este fin, tras– ladándolos en el mismo orden con que nos decían o expresaban las cédulas . Concluido este acto, se preguntó a la Junta para la regulación y reunión de votos, si era de su arbitrio se graduasen los electores por el mayor número de votos que se sacasen en los grados y lu– gar que les daban los votantes, o si por la pluralidad absoluta de votos, sin atender estuviesen en primer o segundo u otro lugar designado; la respuesta común fue que se graduasen los electo– res por el mayor número de votos que resumiesen sin considera– ción al grado en que estuviesen puestos por los votantes, con este

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