Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

LA REVOLUCION DEL CUSCO DE 1814 445 Jidad, su amor, su constancia y su valor, lo cual aumentará la feli– cidad de la Nación misma, que consiste en gran parte, en que el Rey ame en verdad a su vasallos, y sus vasallos a su Rey, del mismo modo que consiste la de una casa de familia en que el padre ame a sus hijos, y los hijos a su padre para preparar en medio de los trabajos, y las aflicciones el ánimo del Rey, a fin de que se hiciere más proporcionado para reinar sabia y benéficamente, y para por sus juicios siempre justos, aunque impenetrables y ocultos abatir más gloriosamente derribándolo desde más alto al opresor; sepultando en las cenizas, y haciendo desaparecer como un humo toda la gloria vana, y la falsa grandeza a que le había hecho aspirar, y a que le había exaltado su asombrosa ambición y soberbia, quizá para salvarle, ahora en la humillación y no per– derle eternamente, todo lo que ha hecho el Señor de un modo tan .estupendo que no puede dudarse un punto que es su mano infini- tamente poderosa la que lo ha obrado; aquella mano que toca de un extremo al otro del Universo, y llega al cumplimiento de sus designios infaliblemente, obrando con insuperable fuerza y eCicacia, pero con suavidad valiéndose de instrumentos que como naturalmente cooperen a sus intentos; qué dolor volvemos a decir, amaé:los hijos nuestros, oprime nuestro corazón cuando siendo así que las provincias de esta América que empezaron a desunirse ele la España Europea, manifestaban no fundar su superación, sino en creer, o afectar que creían que Fernando VII o a no exis– tía, o al menos que nunca llegara a recobrar su reino, según el aspecto que presentaban las cosas a los menguados conocimien• tos de los hombres o que la España ya muerta o subyugada por el poder de Napoleón cuyo tiránico yugo rehusaban justamente cargar sobre sus hombros los habitantes de estos países, por lo que decían que este era el fundamento de su desunión, y que que– rían conservar estos terrenos para entregárselos a Fernando VII, siempre que saliese del cautiverio, y volviese a su Corte para rei– nar sobre sus pueblos, del mismo modo que los pocos días que mediaron desde su exaltación a su cautiverio; qué dolor repetimos una y mil veces, nos aflige al ver que cuando ya se ha verificado un milagro patente de la omnipotencia el cual nos hace ver que t-s la voluntad eficaz de nuestro Dios el que reine Fernando VII sobre todos sus vasallos que cuando la España toda ha limpiado ya sus lágrimas se ha despojado del luto que la cubría, se ha ves– tido de gala, y se ha llenado de una verdadera alegría; cuando debíamos pensar que esto mismo sucediese en nuestra América,

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