Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

446 MANUEL Jl!SUS APARICIO VEGA está en ella sucediendo todo Jo contrario; al ver que cuando los campos de España se han enjugado de la sangre de sus hijos, vertida gloriosamente por la defensa de su Rey, Ja que había corrido por ellos formando grandes arroyos los de esta América, siguen regándose con la de sus habitadores, derramada inicua e ig– nominiosamente por combatir al propio Rey obstinándose en repu– diar al mismo, a quien habían manifestado desear con ansia en privarle de la posesión en que estaba de estos dominios, cuya pro– piedad Je habían dado proclamándole en el principio de su eleva– ción al trono con alegría, jurándole su obediencia bajo la misma forma que a sus predecesores, y concediéndole los mismos dere– chos con que habían reinado aquéllos, en lo que se descubre que las invectivas de aquel tirano de la Europa, que cautivó a Feman· do y que por medio de sus satélites o emisarios introdujo aquí la disensión y la discordia como lo manifestamos claramente en nuestra Pastoral de 22 de febrero de 1811, tienen todavia influjo sobre esta parte del mundo, cuando ya no lo tienen en ninguna otra. Estas invectivas hicieron que se adormeciese o desvaneciese cuando más debía encenderse en este suelo el amor a sus reyes que siempre había sido grande y que parecía crecer y exceder al que reinaba en la Europa misma a proporción de la distancia que se creería lo habría de disminuir. Estas invectivas produje– ron seguramente, según lo que ahora se ve todo el efecto intenta– do, y deseado por el tirano, pues está ya conocido verdaderamente que Jos corazones de aquellos naturales de esta América que cons– piraron contra nuestros hermanos los europeos negando todos Jos auxilios a la Península y luchando aquí contra todos sus herma– nos que defendían la causa de esta Madre Patria, llegaron a im– pregnarse y a corromperse con las perniciosas ideas de indepen– dencia que les infundieron los emisarios ocultos del opresor de Fernando, las que ahora ven con dolor desvanecidas, y se empeñan en vano en realizar, y que no hablaban sino fingidamente con el lenguaje del dolo, y de la mentira abominable al Señor, cuando aseguraban que no intentaban otra cosa que sacudir el yugo cie Napoleón, y conservar estos dominios para el señor Don Fer– nando VII, cuando quiera que recobrase su libertad y volviese a !>U trono. Ya tiene pues aquélla, y ocupa éste gloriosamente ha• biendolo recibido de un modo prodigioso de la mano del Señor, a euya voluntad nadie puede resistir, y a la que parece que quie– ren oponerse, y contrarrestar los que se obstinan en no recibir

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