Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

448 MANUEL JESUS APARICIO VEGA y no le recibieron los suyos". En estas circunstancias en las que no podemos dejar de tener temores y zozobras, recelando que ven– ga sobre estos pueblos, algún gran castigo de nuestro Dios que hasta ahora nos ha castigado como padre para corregirlo y puede indignado de la obstinación, confundirlos eternamente castigando no ya como Padre sino como severo y justo Juez." alentados por el Espíritu del Señor que interiormente nos consuela, y nos con· forta, no podemos dejar de levantar nuestra pastoral aunque dé– bil voz para gritar a todos nuestros hijos, y desengañarles hacien– do desaparecer de su mente las ideas cerradas de que algunos se han dejado alucinar, descubriendo el error, apartando de él a los que incautamente se hayan inficionado y precaviendo del mismo a todos aquellos en quienes éste toaavía no se haya introducido. Nos, exhortamos a todos los sacerdotes de esta nuestra Dió– cesis a que nos ayuden a conseguir este mismo santo fin, con especialidad a todos nuestros párrocos que son en la predicación de la Doctrina Evangelica los primeros cooperadores de nuestro apostólico ministerio; asimismo a los Reverendos Prelados de las Ordenes Religiosas que tienen súbditos bajo su inmediata juris· dicción, para que todos se empeñen juntamente con nosotros, con el auxilio del Señor en destruir las falsas doctrinas que los insur– gentes o alucinados, o arrastrados de las miserables pasiones de la soberanía, la ambición y la avaricia procuran espacir con pala· bras seductoras para apartar a estos fieles vasallos del Rey que anteriormente han dado pruebas nada equívocas de su amor y lealtad al Soberano de sus justos y cristianos sentimientos; por lo que mandamos que en cada una de las parroquias de esta nuestra Diócesis, después de leídos al pueblo en tres días festivos, como va expresado al principio, los dos reales decretos de que llevamos hecha mención, y a continuación, este nuestro Edicto, sea leído este último asimismo en el primer domingo de cada mes por nues– tros párrocos por espacio de un año y que éstos expliquen menu· <lamente, y del modo más adaptable a la inteligencia de sus feli– greses, ya en castellano, ya en lengua ndica, lo mismo que nos· otros hemos explicado en él, con toda la sencillez y claridad que hemos podido a fin de que no se borren de su mente los impor· tantes avisos, y la sana doctrina que aquí les damos, sino que se vayan arraigando más y más, y renovándose en ellos para que en los unos reviva el casi apegado amor, y respeto para con el Sobe. rano, y en los otros ae cuyos corazones éste no se ha apartado, tome nuevos incrementos, con el objeto de que todos los hijos

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