Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814
450 MANUEL JESUS APARICIO VEGA Constitución y estas Cortes que ha declarado nulas e ilegítimas con tanta justicia y racionalidad, como os hemos manifestado, e instando por las voces de sus pueblos. Cerrad los oídos, amados hijos nuestros, a las palabras falaces de estos insurgentes que tratan de alucinaros con el dolo y con la mentira, como lo de la prisión del Excelentísimo Señor Virrey de Lima forjada para intimidaros en Arequipa misma dominada entonces por ellos, y publicada con repiques de campanas, la total destrucción anun– ciada con seguridad de la división del Señor General Ramírez, de cuyo aspecto huyeron precipitada y desordenadamente dejando es– ta ciudad en libertad, sin atreverse a darle la cara; la derrota y fuga del señor General Pezuela, que sigue en su lucha con felicidad, y con ventajas. No creáis amados hijos a los que tan sin pudor se atreven a publicar unas mentiras, que creen les han de favo– recer, y que no hacen sino dañarles cuando llega a aclararse como se ha verificado. No les creáis os decimos repetidamente. Creed a este vuestro Obispo que nunca os ha engañado. El os dijo innu– merables veces en el púlpito, y en su citada Pastoral de 22 de febrero de 1811, cuando se os decía que la España ya había sucum– bido al yugo francés, que ya no existía la España, sino una nueva España francesa rendida a Napoleón; él os dijo que la España no se había rendido, que la España seguía luchando heroicamente contra sus poderosos enemigos, dispuesta a derramar toda la san– gre de sus habitantes primero que a ceder a la inicua fuerza que la combatía; que la España existía no ya francesa, sino que existía la España, y nunca más española. Esto dijo vuestro Obis– po, ya veis que no os engaño. Cuando se os decía que Fernando VII, ya había fallecido; él os dijo que esto era inverosímil' porque si fuese cierto no habría noticia más auténticamente sabida. Esto os dijo vuestro Obispo entonces, ya veis que nuestro amado Fer– nando vive todavía. Cuando se os decía que aun cuando viviese nunca volvería a reinar, porque primero Napoleón reduciría a cenizas a la España entera, y reinaría en ella su hermano José con los franceses; vuestro obispo os dijo confiado solamente en el Dios de la justicia, y de la misericordia que esperaba que nues– tr<' Fernando volviese a ocupar el trono de sus mayores, esperanza que el Señor no ha dejado frustrada, y que ha realizado porque nunca desampara ni deja burlados a los que con firmeza ponen en él sus esperanzas. Así pues, amados hijos, cerrad siempre vuestros oídos a esos insurgentes mentirosos, y seductores, y creed a vuestro obispo
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