Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

476 MANUEL JESUS APARICIO VEGA pero que le tremulan las manos por Pumacahua, Angulo, Béjar y Pinedo, según me acuerdo ¿qué disparate?. En el segundo, que rindiendo las armas defensoras de la patria al frente del río a la tropa del Rey, serían por consiguiente perdonados, después de recibir el abrazo de paz; bravo absurdo? Sepa y advierta usted que aquellos individuos le han de hacer tremular no sólo las manos, y sí todo el cuerpo, al tomarle cuenta ele tantas extorsiones que ha cometido usted, así con personas seculares, como con los señores eclesiásticos; de la sangre que se ha derramado por cuenta suya, y de la que aún se derramará . Por ventura ¿cuál es el Rey a quien usted sirve, y cuyas tropas soru las que manda? Notorio es que nuestro adorado Señor don Fernando VII no existe en el día, y fue vendido a la nación fran– cesa por los indignos Europeos, y que por último se ignora abso– lutamente de su paradero. Persona de aquel retoño no ha vuelto a optar la corona de España: y ojalá que estuviese en posesión aquel santo jóven u otro legítimo sucesor, en cuya cierta eviden– cia ingrato y desconocido sería en levantar la espada en defensa de la causa del día, sino que entregaría en el momento su gobier– no, como fiel vasallo de esta América. No hay más Rey en el día que el capricho del europeo, de querer dominar con el disfráz de que ya está posesionado Cle su trono nuestro señor natural, mandar con esta capa como a esclavo, mantener en duras cadenas al infeliz humilde america– no, exprimirle la sangre que le circula en sus venas, y por último arrancarle el corazón, así como usted va entregando a innume– rables inocentes al rigor de las balas con sus aparentes malignos engaños. ¿Ah, y qué cuenta daremos al Dios de los ejércitos de aquellos desastres? Dígame quién es usted, un pobre pasajero, cuya nación se ignora, que abrigado por el caritativo y buen corazón del ameri– cano, ha levantado tanto el vuelo, que en el día se ha puesto de dueño y pastor de tanto inocente cordero, expuesto su manada, si no reclama con tiempo por el perdón general que le prometo bajo mi palabra de honor a caer en las garras de Pumacahua, que es león en la lengua castellana. Soy indiano de un corazón magnánimo, en mí reina la huma– nidad, y así tiempo hay para compadecerme de usted, como buen pre que ésta exista: y así la protesto perdonarlo de sus yerros cristiano, soy defensor de la fe, amo al Rey y su real familia siem– y mantenerlo con el desahogo que apetezca en circunstancias de

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