Conspiraciones y rebeliones en el siglo XIX: la revolución del Cuzco de 1814

478 MANUEL JESUS APARICIO VEGA 117 COMUNICACION DE PIO TRISTAN AL OBISPO LUIS GONZAGA DE LA ENCINA Y COPIA DEL BANDO EN CONTRA DE LOS INSURGENTES Ilustrisimo señor.- La adjunta copia del bando publicado en el día de ayer instruirá a Vuestra Ilustrísima de mis providen– cias de precaución en seguridad de esta ciudad, para el caso de que los inmorales, y desnaturalizados insurgentes del Cusco, intenten una nueva invasión: Ellas han de ser extensivas a todos los pueblos de la provincia, y especialmente a los doce que constituyen el Partido del Cercado cuyos vecinos como inmediatos a esta Ca– pital deben reunirse en cuanto lo exija la necesidad para elevar la fuerza de nuestra común defensa, y de los augustos derechos del señor don Fernando Séptimo al grado respetable que ofrecen las proporciones locales. A este fin he de circular el mismo Bando a los trece territoriales demostrándo cuánto interesa la unanimidad de sentimientos al logro de repeler un agresor injus· to; cuyos designios atacan directamente la religión Santa que profesamos, los derechos del Rey, y la seguridad pública e indivi– dual que son los ejes en que descansan las relaciones más íntimas clel hombre reunidos en sociedad. Mis convencimientos relativos a este objeto, que eran excusados, cuanto la elocuente voz de la experiencia pregona desde la desgraciada ciudad de La Paz los dolorosos estragos que ha causado en ella la mansión del sistema revolucionario, nunca podrán producir los ventajosos efectos a que aspiro, si los señores Curas como delegados de Vuestra Ilus– trisíma, no instruyen a sus feligreses en las estrechas obligaciones que les corre para con Dios, para conmigo mismo, para con el prójimo, para con el Rey, y para con las legítimas Autoridades, que lo representan, poseídos de aquella Santa Unción, rigor y constancia que debe caracterizar su alto Ministerio, que reclaman urgentemente las presentes circunstancias = Estas Ilustrísimo señor, según datos seguros llegan al extremo de que los insur– gentes del Cusco hayan declarado la proscripción de todas las cartas de la América excepto la que debe regenerar el Imperio de los Gentiles Incas para restablecer de consiguiente su antigua Ido-

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